Isabel

El primer sendero que me encuentro no es hermoso en un principio. Es gris, frío y tortuoso; corre una brisa poco agradable y las piedras del camino hieren mis pies y, de paso, también mi alma. La tristeza comienza con esa sensación... la angustia de lo perdido, la incertidumbre de lo que ha de llegar y no se conoce, el echar de menos. Qué terrible es extrañar lo que ya no se tiene.

De todos modos, como decidí viajar a través de la vida y no mirar demasiado atrás, excepto cuando necesite alguna vieja enseñanza, lo mejor es prestar oídos sordos al miedo y descubrir belleza donde parece que no existe. Y se siente una tibieza en el ánimo que viene de la conciencia tranquila, que poco a poco invade el cuerpo y el espíritu y deja el dolor a un lado.

"Me siento dulcemente triste". Ahí está el secreto, en la dulzura, en la leve sonrisa que susurra aún un te amo medio muerto ya entre los labios. Mirar la vida desde los ojos de la tristeza no es tan terrible, mientras sepas que ella pinta otros colores y te regala formas nuevas para decorar tu interior, que sigue en plena transformación.