Isabel
Hay un muro ante mis ojos.
Muro de piedra firme, piedra de dura experiencia, de deseos incompletos, de sueños insatisfechos.
Hay una pared que me separa del mundo, que me vuelve tan irreal como aquello que siento. Extiendo mis manos y no lo toco, otros extienden las suyas al otro lado y chocan con fuerza.

Muro invisible a mi conciencia, hasta el momento en que la violencia de los hechos contundentes me obligan a mirar lo que no quiero... y entonces lo veo.
Alto, duro, implacable, no dispuesto a abandonar la posición que tiene desde hace años... ¿protección? No, aislamiento.

La mente confunde estados, verdades y mentiras rondan y se entrelazan, envuelven alma y cuerpo hasta diluirlos en una masa informe de existencia carente a veces de sentido. Hasta que un día lo ves, alzando la mirada, altivo y misterioso, gris y frío... lo que te ha separado del mundo, lo que no te permite volar, no que no te da más opción que equivocarte, y de nuevo, y una vez más.

Y no es que no desee no hacerlo, pero quiero mi libertad. La de moverme a un lado u otro, la de escoger soledades o buscar miradas, la de elegir si soporto las mentiras o destierro verdades que no son mías.

Queda el árduo trabajo de derrumbarlo, o de pasar sobre él, aprendiendo a escalar las montañas de la vida. Queda seguir mirando lo que te separa de la realidad; quizá el poder del calor del corazón sea más fuerte que la voluntad derrumbada.
Muros que a veces nos envuelven como secretos guardianes a quienes nadie pidió que nos salvasen de nada. No me quiero salvar, sólo quiero mi libertad.





Just a young man
by an old road
by the route he choose.
An ancient song
in an old tongue
for this man was sung.
Oh I'm carrying a heavy load
can't go no further down this long road
it's a heavy load...
By a bright stream
came an old dream
things are never what they always seem
and so he went on
travelling on
now he's a long way from home
Oh I'm carrying a heavy load
can't go no further down this long road
it's a heavy load...

Sólo tú comprendes...

Isabel
... o Cuando a veces el amor no basta.

Pensamientos.

Las flores estaban en un parterre, bajo un árbol cercano al convento. Tuve que acostarme en el suelo para acercarme con el macro para inmortalizarlas.

Mis pensamientos... "Me debo estar ensuciando, pero vale la pena. Son bellos los colores, da gusto mirarlas.
Y lo mío con él también valió la pena... qué pena. Se debe estar ensuciando, aunque los colores que recuerdo siguen siendo bellos. Mis recuerdos... los que creamos de la magia, casi de la nada. Nada... sé que algo queda, sé que hay mucho más, pero ahora no veo nada. Sí, se enfoca el objetivo, el macro funciona bien. Han quedado lindos los pensamientos".



Sueños de mar.

En Barcelona estaba lloviendo, pero allí, en Menorca, lucía el sol. A medida que se ponía, el mar se iluminaba. Espejo de plata donde me asomo, donde me busco... ¿dónde estoy ahora?.

"Pero no, esa no soy yo, es una medusa embarrancada en una roca. Preciosa medusa rosa. Preparo el macro de nuevo, va a ser más complicado. Embarrancada... ahí me siento, de nuevo. Quiero nadar, desenredar esta complicada madeja de situaciones que me envuelven y me aprietan.

Si sigo acercándome así, acabaré cayendo al agua. Caer... por dentro siento ese vértigo de nuevo, como cuando subes en las montañas rusas. A él le gustan ese tipo de aparatos, le gusta la sensación de caer, quizá como la que tiene ahora, como la que tengo yo. Le gustan tantas cosas que me gustan a mí... excepto nadar, eso no es lo suyo. Y ahora hace mucho frío como para intentarlo aquí, si no conservo el equilibrio.

Foto conseguida. Se ve hermosa. Hermosa... me veías hermosa, te veía hermoso, todo era hermoso y ahora el macro de nuestra vida se ve desenfocado. Pero tú enfocas bien, es de las cosas que mejor sabes hacer, y yo... Mis amigos me llaman, quieren que les haga una foto. Luego las cuelgo en Flirck o quién sabe, quizá escriba algo sobre ellas.
Escribir... tú y yo, escribiendo nuestras vidas tantos años. En pensamientos, en sueños sobre el mar. Pero a veces, el amor no basta".

Isabel
Cuando el sol se puso sobre el mar, la luna me sonrió.
Apareció pálida, fina y hermosa, con un rictus de ternura.

El cielo se apagaba lentamente, el mar se dejaba invadir por el fuego de los últimos rayos de sol y éste me miraba a los ojos, desafiaba la fuerza de mis pupilas que no se apartaban de él. Las lágrimas impidieron la ceguera y lentamente mi corazón entró en el letargo y la paz.

Silencio roto por las olas. Calidez en los colores del atardecer del alma. Deseo de atrapar el último rayo de luz y no poder.

Desde el acantilado se murió el día. En el acantilado vi morir mis ilusiones mientras el sol se ponía. Todo mi amor se quedó en el sonido sordo de las olas azules y rojas que chocaban contra las rocas, igual que toda mi vida diluída en el agua salada de mis lágrimas, de mi mar.

Cuando el cielo se oscureció y la luna me sonrió, di gracias por estar viva, por haber amado tanto, por no estar ciega y saber que, al día siguiente, el sol volvería a ponerse sobre el mar.

Quizá no vuelva a calentarme el corazón, pero cuando ilumina el agua fría del invierno, siento que con saber que podré verlo de nuevo me basta.