Isabel
Desde siempre, la medida de los años, para mí, se ha basado en el tiempo escolar.

Un año va de septiembre a junio. El "año pasado" acabó hace tres meses, y mañana empieza un año nuevo.

Contra todo pronóstico, no tengo depresión post vacacional; supongo que he vuelto en buen momento y he tenido tiempo de mentalizarme. También he pensado largamente en la suerte que tengo al poder contar con dos meses de vacaciones, en los que puedo mirar más allá de mi mundo, a lugares lejanos, a otros más cercanos, incluso al mismo centro del corazón.

Mañana todo comienza, las clases que dejé vacías volverán a estarlo, por poco tiempo. Dos semanas de preparativos, de volver a extraer de mi mente la idea de que todo es nuevo, que todo comienza de cero, aunque no sea cierto.

Tengo que borrar los prejuicios, las malas experiencias del pasado con ellos. Tengo que intentar no pensar en los compañeros que marcharon, en mis propios malestares internos, y cargarme de sonrisas y, más que nada, de paciencia.

Esa es la clave... una paciencia que utilizo para todo, sobre todo, ante todo, y que a veces me gustaría poder enviar lejos de mí. Creo que a estas horas de la noche, lo que me apetece es huir de nuevo, como siempre. Huir hasta de mi propia paciencia.

Pero mi sitio es éste, mis días se conformarán a partir de mañana llenos de actividad, de movimiento, de música, de esos pequeños problemas míos, suyos, compartidos o individuales, esos que, a la larga, nos hará a todos mejores.

Menos nervios, más sonrisas, menos dudas, más corazón. Sólo eso y lo demás sobra.

Empieza un nuevo año... empiezo de nuevo.
Isabel
Y me dices que tenga fe. Me lo escribes delante de unos ojos que han visto tantas cosas...

Me dices que son tiempos duros, y yo lo sé porque los vivo, a mi manera.

Y me hablas de una vida, de que crea. De que atraiga hacia mí lo que deseo. Y lo hago, o lo intento.

Y lo intento porque el frío miedo se apoderó de mí hace tiempo. Porque todo lo que hago lo peso... y no debiera. Lo intento y sé que a veces no lo hago, que no pienso. O que pienso demasiado y luego me pierdo.

Y me dices que no pierda la esperanza, y te hago caso. A ratos lo olvido, le temo al fracaso. El que se me viene encima de pensar en lo que hubo en un pasado que debería estar muerto.

Me vuelvo del revés la mente, intentando leerla con detalle... Que no tengo que leer, que ya sé que es lo que siento, que lo que pase no me debe dar más miedo.

Y se me suben las lágrimas de verme, desde fuera tan fuerte, tanta duda por dentro. Cuando nadie sabe tanto de fe, probablemente, y parece que la esté perdiendo.

Pero no es más que lo de siempre, lo que me viene royendo. La misma niña insegura, la misma que ya hace tiempo no encontraba las salidas, se llenaba de lamentos. Que esos tiempos ya pasaron, que la vida da la vuelta. ¿Para qué tanto volver a lo que atormenta?

Y escribes sobre la fe, y dices que las cosas son lo que creemos.

Yo CREO.
Isabel
"La luz del sol se refleja en los negros nimbos que se han ido formando a lo largo de la tarde. El ruido de los truenos, a lo lejos, anuncia la tormenta que se prepara. El calor, sofocante, inunda los pulmones y pide a gritos un poco de alivio en forma de lluvia.

A mis espaldas, los campos y los montes se extienden hasta donde la vista se pierde. Verde y agua, monte y valle, aire que mueve las nubes y les da forma. La luz las atraviesa y la ilumina, el arco iris se extiende en el horizonte antes incluso de que el agua haya empezado a caer.

El sol se asoma tímido un segundo y se cubre de oro y paz. En este lugar donde el tiempo se detiene, donde nadie parece envejecer, donde cada uno encuentra siempre algo de lo que busca, es donde me gusta percibir cada una de las pequeñas sensaciones que ofrece la vida sencilla.

El placer de la lectura, de la escritura, de mirar hacia el cielo y pasar instantes deliciosos en silencio observando la Naturaleza cambiante; eso sólo soy capaz de hacerlo en plenitud aquí.

Esta quietud añeja a la luz del atardecer, interrumpida solo por la música o por el ruido de los truenos, me hace sentir inundada de la felicidad que deseo. Sobre mí, una nube inmaculada se rompe atravesada por los rayos del sol… un espectáculo glorioso que se repite casi cada día y nos pasa tan desapercibido que, cuando nos damos cuenta, se convierte en algo único.

Y es que aquí, en el pueblo que me vio nacer, todo se dimensiona de otro modo, todo toma un valor inaudito a mis ojos. Todo es lo que tiene que ser… vida."


Escrito el 6 de agosto de 2008, con la primera tormenta de verano en mi pueblo.