Isabel
Uno de esos domingos en que daría cualquier cosa por no tener que estar en casa... las golondrinas vienen a visitarme casi a la puerta de la terraza. Osadas ellas, que pueden volar libres de obligaciones.

La primavera gira poco a poco a verano, pero estamos a fin de curso y los exámenes se acumulan y la responsabilidad llama al trabajo, aún en mañana de domingo. Pocas veces me he sentido así de tranquila. Será que la edad lleva a esa madurez en que decides si tu vida se rige o no por una sonrisa. Ya se acerca mi cumpleaños de nuevo, no pienso hacer ni un solo balance, no pienso mirar hacia atrás, porque la vida no se mide por lo que pasó, sino por lo que está al llegar.

Me decía un amigo querido ayer que lleva una temporada en la que ha dejado de conformarse con las cosas que le otorgaba un pasado pasivo, y que a partir de ahora tocaba mirar el rendimiento que iba a sacar a los años que quedaban por delante. Esa es la actitud. Esa, y no otra. Porque uno trabaja su vida desde el presente que conforma el día a día, y con los días que se van, se debe afirmar lo que uno desea en adelante.

Miro por la ventana y no, definitivamente no me apetecen quejas ni malos humores ni pesares ni nada de nada que no sea imaginar la playita cercana. Y eso que no puedo... Crema a montones, sol de tarde, nada de horas punta... y bañarme en el agua caliente de las siete.

Uno hace de su vida lo que quiere. Podría estar amargada, decepcionada, llorosa y muerta de miedo, pero no me da la gana... estoy en una etapa rabiosamente adolescente en cuanto a mi propia revolución mental. No le tengo miedo a nada, quizá porque ya me venció tanto que, al final, es casi como decía Marlon Brando en Apocalypse Now: del horror hay que hacerse amigo.

Después de algunos capítulos de mi vida un tanto angustiosos, solo me queda descubrir lo que me espera allá delante y abrazarlo todo, como si fuera la primera vez. Querer hasta el último de los suspiros, desde el frío hasta el calor, dejarme la piel sintiendo la compañía y la soledad. Me queda la mitad de mi vida, como dice mi hijo pequeño (me da que cuenta mal o que me quiere mucho), así que adelante con ella, empezando por este domingo precioso entre exámenes. Si se me ha concedido de nuevo la vida, sería de necios no aprovecharla.