Isabel
Hoy ya no puedo más...

no puedo ni quiero pensar más...

hoy voy a ser una autómata... pero mañana



Gritaré y renaceré de mis cenizas.

¡¡Juro que sobreviviré!!

Isabel
Habla tu lengua y de tu boca no sale verdad... sólo tu verdad, disfrazada de lo que quieres ser y no eres, de deseos frustrados, de ideas que brotan atropelladamente de la mente medio enferma por el peso de la conciencia derrotada. Y en el camino de defender lo indefendible aparecen las heridas, aparece la muerte. Choca el verbo con el sentimiento ajeno, aprieta y marca como arma arrojadiza. Utilizas una vida que no existe para sesgar la que tiene tanto por hacer... mientes y te crees tus propias mentiras.
¿Y quién eres, cuando apareces ante el mundo rodeado de aquello que no es tuyo? ¿Quién eres durante la noche espesa en que tienes que lidiar con los pensamientos que, como fantasmas hirientes, como monstruos devoradores del alma, te corroen por dentro? Cómo debe sufrir tu corazón, cómo debe sentir el dolor la cabeza perdida de quien ya no tiene en sus labios más que el sabor amargo de la perpetua derrota.
Sólo queda más engaño, más mentiras... y mientras, otros seguirán envolviéndose en las redes de las palabras inventadas por quien se niega a ser. Y la batalla contra ti mismo sólo seguirá dejando víctimas inocentes a tu paso, sin que apenas lo percibas, creyendo que todo vale la pena con tal de sentirte distinto, con tal de mirar a la noche y dormir unas horas, con tal de mirarte al espejo e intentar convencerte de que tú no has sido quien dejó esa estela de terror tras el momento de llegar a conocerte.
Isabel
... y la brisa me acariciaba la cara. Por primera vez en mucho tiempo, una extraña paz inundaba mi alma; ya no había dolor, la sonrisa asomaba a mis labios al mirar el cielo. Me sentía contenta, tranquila, viva, y no pensaba en nada, sólo en esas nubes que se recortaban en la oscuridad y en las que no me había fijado desde hacía más de un mes. Paseaba rodeada de esa calma nocturna que te lleva a no sentir ni el tiempo. Escuchaba el silencio sin el temor de los últimos días, sin la angustia que me había atenazado el corazón, y disfrutaba del momento sin prisas.
Era casi lo que en aquel momento más me llamaba la atención... el sentido de estar despojada de minutos y segundos, de ni siquiera importarme si existían. Y así seguí sumida en mi mundo, esperando que la noche diese paso al primero de mis días de esperanza y de ilusión.
Abrí los ojos y me quedé paralizada... aún no era del todo de día, aún el sol no brillaba en el cielo, pero sentí el paso del tiempo como una losa, mi respiración agitada y el dolor en la espalda. Era de noche y no era más que un sueño. Pero un sueño que me devolvió por unos momentos la idea de que es posible que vuelvan tiempos en que mi alma vuelva a conocer la paz y la sencillez de lo intemporal.
Hoy es sólo producto de mi cansancio, mañana puede ser una hermosa realidad.
Isabel

Intenté escribir poemas, y fueron más afortunados cuanto mayor era el amor que sentía.

Y no eran poemas de amor, sino de vida.

Probé música y color, y se convirtieron en arte para mis manos. Mi inspiración llegaba de lo más profundo del corazón, el pincel volaba. Y todo a mi alrededor se transformó en dulces notas, en palabras tiernas.

Quisera volver a escribir letras vibrantes, pero la musa no llega. Sólo cuando acaricio el clarinete parece que me entiende, y me regala esas notas con las que se expresa lo que la tinta ya no puede.

Deseo que las musas me visiten y me devuelvan los tonos y la rima, la luz y las caricias. Deseo volver a hacer poesía.
Isabel
No suelo volver a leer las entradas de mi blog una vez escritas; prefiero quedarme con los comentarios de quienes la visitan e interactúan conmigo. Sin embargo, hoy estuve releyendo la entrada anterior y me ha parecido tan infantil en algunos aspectos... a veces escribo a golpe de sentimiento del momento, sin pensar, de corazón a teclado, y eso no favorece ni mi inteligencia ni mi calma, ni alienta mi entendimiento.

Ante mí hay mucho por hacer, mucho por decir. La hiel más amarga no puede cambiar el sabor de lo que un alma tiene para compartir. Debo intentar que mi mente encuentre motivos más dulces para escribir, algo de descanso entre tanto barullo... sí, necesito descansar. Los últimos tiempos, yo diría los últimos años, han sido una tortura diaria por mi falta de visión ante las circunstancias adversas.

Ana me dice que debo quedarme con lo bueno que tuve... buscando entre todo ello recordé algo que hice una vez.

"Debes prometerme que, nos pase lo que nos pase, tú sobrevivirás". No entendía por qué debía hacer esa promesa, ante algo así una sólo piensa en la barbaridad que representa centrarse en uno mismo antes que en el otro. Ahora comprendo que llegó el momento de cumplir, quizá no a quien me obligó a prometer, sino a mí misma.

Intentos... eso es lo único que puedo acometer ahora, pero ya es un paso. Intentar abrir los ojos, intentar dormir y reponerme, intentar mirar el cielo y ver que, salga el sol o llueva, aún puedo esbozar una sonrisa.
Isabel
¿Cómo puede nadie cometer una injusticia deliberadamente, aún sabiendo que provoca daños irreparables? No me refiero a ladrones o asesinos, no me refiero a maníacos o psicóticos. Me refiero a personas que se creen en posesión de la verdad y la razón, y en nombre de esa razón no tienen escrúpulos para robar la vida y la felicidad de los otros.
¿Cómo puede nadie decir que ha amado, y mutilar al ser querido en lo más profundo de ese sentimiento? ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde quedan las promesas incumplidas?
Preguntas y más preguntas... dudas del alma, dudas de amor. Cuando has dado tanto y tanto te han quitado, dentro de ti crecen los interrogantes, los pensamientos, las inquietudes, la ansiedad.
Cuán desgraciado puede ser aquel que no sabe corresponder a lo que un día se le entregó sin reservas, y aceptó de buen grado. Cuánta pena se lleva dentro después de que las palabras de amor de un día se conviertan en reproches al siguiente y en silencio profundo más tarde. Años de dedicación que quedan en el olvido de la noche a la mañana, sin entender ni cómo ha sido.
De poco sirve intentar olvidar, las heridas no se curan, no se cierran, sólo sangran y recuerdan día tras día la injusticia de quien no sabe ni puede enfrentarse a lo que es o a lo que quiere.
El sentido de justicia no lo da el hombre, lo lleva la vida consigo.
Soy
Isabel

Sé quién soy... luna medio envuelta en brumas esperando volver a brillar.

Sé dónde estoy... camino por senderos nuevos, los pies en la tierra, el alma expectante.

Sé lo que quiero... más sueños por cumplir, más metas que alcanzar, hacer más.

Sé hacia dónde voy... hacia todos los finales, con todas las consecuencias.

Sé lo que tengo... vida, y más vida en otras vidas. Tengo recuerdos, tengo fe.

Sé lo que amo... lo que está y lo que se fue, lo que perdura y late aún muy dentro.


Y aún así, me queda tanto por saber...

Isabel

Tus anteojos, tus CD's, tu taza de Lennon, tu libreta de apuntes, mi libreta extranjera, la biografía de Beatles, tus cartas, tus manuscritos, los DVD's, las conversaciones nocturnas desafiando el tiempo, los mensajes en el contestador, tu voz martilleando en mis oídos, las fotografías, tu sonrisa, tus manos... tus hermosas manos.

Mis recuerdos, mis momentos débiles, los fuertes. La distancia, el olvido, la impotencia, mi frustración... minutos, segundos, horas, años, grabados a fuego muy dentro.

La casa, llena de ti; los días, vacíos de ti.

Isabel
" No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida no temas, míralo a la cara y con la frente bien levantada"

Entro en mi Google personalizado y leo esta frase en uno de los bloques que añadí. Es de Nietzsche. Nunca me he sentido identificada con su filosofía, pero desde hace un tiempo sus citas me llegan muy dentro. Mirar al sufrimiento a la cara quizá es temerario, pero es la mejor opción; si no, sólo queda sentarse cabizbajos a esperar que el tiempo pase y lo cure todo. Me disgusta la sensación de sufrimiento y por eso me muevo. Giro, entro y salgo, compongo puzzles horarios inimaginables que alargan tremendamente mis días hasta convertirlos en jornadas maratonianas llenas de actividades, con pocas horas de sueño inútil. Es lo único que calma mi ánimo.

Y de tanto moverme consigo cosas que no busco, pero que encuentro. Es como si algo, o alguien, estuviera empeñado en compensarme de todo lo perdido. Hoy me decía Salomé que eso pertenece a la teoría del ying y el yang, y lo cierto es que tampoco creo del todo en esas cosas. Sólo creo que el mundo está lleno de contradicciones que tal vez no son más que distintos estados del equilibrio.

Ya no tengo lo que más amaba, pero a cambio hay ciertos éxitos que se elevan, me envuelven en una espiral de acontecimientos inesperados que llevan mi vida hacia adelante casi independientemente de mi voluntad. Me aturden ambas cosas... superar la pérdida y asimilar los éxitos.

Aún así, en estos momentos casi preferiría que mis contradicciones cambiasen de sentido.
Isabel
Llegué al mundo de los blogs buscando la manera de desahogar sentimientos, pensamientos, inquietudes. Todo lo que antes compartía con una persona, ahora lo comparto con todo el que quiera leerlo. Y como no estoy sola en este mundo, me he dedicado a hacer visitas y he encontrado algo más que letras.
Cada quién busca, expresa, emite, denuncia, sabe y piensa. Unos hablan de poesía, otros crean verdaderas obras de arte con la palabra, todos están aquí porque escribir nos vacía de aquello que nos llena en exceso. Me siento extraña empezando a desnudar el alma frente a los demás, sin pudores ni tabúes. Me siento quizá más yo y poco a poco, con la mirada menos fija en el centro de mi triste inspiración.
Todos estos encuentros con las palabras que representan corazones y almas refundidos en píxeles y pantalla me lleva a voltear mis pretensiones hacia esa visión del mundo que poseen los desconocidos cercanos que me envuelven. Vaciarme de mí, llenarme de otros, llenar de mí o vaciar a los otros... todo es comunicación, es compartir, todo es espacio y vida desde la red y hacia el interior.
Isabel


El álbum "Abbey Road", de Beatles, contiene este tema tan especial en todos los sentidos. Poco más de dos minutos de canción intensa, como todo lo que hacían estos chicos de Liverpool. La frase final, ni siquiera Lennon podía imaginar lo que significaría para muchos, como yo misma en estos momentos.


And in the end, the love you take is equal to the love you make ("...y al final el amor que recibes es igual al amor que has dado").


Caminé por Abbey Road, con una ilusión que pocos imaginan. Me hice la foto de rigor, sonreí, le pensé a mi lado, disfruté de cada segundo. A veces parece que el destino te encamina hacia lugares que luego representarán un punto de referencia en tu vida.


Ahora, esa canción es mucho más que una simple canción. "The end", el fin de un amor donde se dió y se recibió, pero no tuvo un balance equitativo. Lennon (no dudo que la frase sea suya) casi repetía las palabras de San Juan de la Cruz, lo cual es una coincidencia interesante.


Hoy, mi experiencia en los caminos del amor y de la vida me dice que el amor que das es el que tienes, el que deseas dar, el que otorgas desinteresadamente a la persona que eliges. Recibir es otra medida que sólo depende del otro; se recibe más o menos, con una intensidad u otra, siempre según el corazón y el ánimo de quien lo siente y jamás según lo que el otro dé.


Al final, el amor que uno recibe nada tiene que ver con el que da, ya que lo que para ti es la mejor manera de amar, la única que conoces, en la que te esmeras y alimentas y trabajas intentando que la llama perdure en el corazón y en el alma, para el otro puede ser motivo de angustias, de freno, de desapego y de alejamiento.


No es la cantidad de amor, ni la intensidad, ni las ganas... es el modo de amar, la conjunción entre dos visiones del amor que se complementen. Sin eso, al final sólo nos queda el final.

Isabel
Te soñé entre la tormenta.
Entre el ruido de esta primavera lluviosa, envuelta en lágrimas, te soñé de nuevo.
Recuerdos que se agolpan en la mente dormida y vuelven cuando el cansancio te traiciona. Recuerdos como humo, sin sustancia, perdidos en lo que pudo haber sido y no fue. Recuerdos de imágenes creadas por esos mismos sueños que ahora me persiguen, añoranzas de todo lo que fui y de todo aquello en lo que creí. Mi mente viajó de noche hasta los espacios recónditos de la nada y allí te encontró de nuevo, frío como la misma noche, lejano como la realidad que te envuelve, silencioso, eterno y doliente.
El despertar me devolvió a la vida húmeda del amanecer solitario. La tristeza se convirtió en certeza de lo que ya no es, y quizá nunca fue. Fuera llovía, tronaba; las nubes, de un gris oscuro y rabioso, vomitaban ruido y agua, y en la habitación sólo el sonido de la Naturaleza y mi respiración agitada, consciente, angustiosa.
Quizá en todo este tiempo sólo exististe en mis sueños y ellos te dieron forma, palabra y acción. Tal vez mi desespero radicaba en esos momentos del despertar vacío, como el de hace unas horas... el vacío de una voz que sólo existe en el contestador, de una imagen que sólo perdura en papel fotográfico, de unas palabras que siguen perpetuadas en papel, en pantalla, en un corazón que se convirtió en máquina.
Soñé que encontrabas lo que buscabas, y que lo encontrabas en mí... y yo lo perdía. Ahora, Oz soy yo y tú eres libre.
Isabel

Acaba de nuevo el día... sé que la noche se cierne sobre mis espaldas lo mismo que sobre esta parte del planeta. Intento plantearme pensamientos claros, limpios, que me ayuden a conciliar el sueño y a permanecer con la conciencia tranquila. Qué poco deseo que vuelvan las preguntas... no sirven de nada, no generan beneficio alguno.

Porqué sin respuesta. La vida no es, en definitiva, más que un conjunto de preguntas, pero las hay que no llevan a respuestas útiles, ni siquiera necesarias. Las cosas suceden porque son así, porque somos individuos con pensamientos únicos, porque es más difícil de lo que imaginamos compenetrar almas y deseos. Lo que quieres tú a mí no me conviene y lo que yo deseo, no es para ti. Qué complicadas son las relaciones humanas y cuánto cansancio provoca intentar comprender al otro cuando ya no existen ni siquiera las palabras.

Por eso simplemente queda esperar otro amanecer en la ciudad bulliciosa, que despertará de nuevo en lunes llena de actividad, llena de ruidos, lejos del estado en el que se encuentra mi espíritu... silencio y aceptación.
Isabel
No hay nada peor que los estereotipos de cualquier especie. No hay nada que atente más contra la libertad que las ideas preconcebidas que atan a los miembros de una sociedad en aras de la convivencia. Y no es que reniegue de ello o lo encuentre innecesario, es sólo que me mata que me digan lo que debo hacer. Hay pensamientos que destruyen colectivamente, como la idea de la soledad y el miedo que suscita. ¿Nos hemos planteado alguna vez cuántos tipos de soledades hay? Creo que simplente nos hemos limitado a permitir que la idea de morir solos, de vivir solos, nos invada precedida por el pánico y haga que cometamos errores imperdonables, como unirnos a quienes no nos aportan nada o dejar que ciertas relaciones destructivas nos arrastren, siempre que nos permitan decir ante la gente que no estamos solos.
En la soledad es donde mejor se conoce uno mismo... y la verdad es que es eso lo que produce más temores. En la soledad no tendría que haber inactividad, sino ser cuna del desarrollo individual. Sólo das cuentas ante ti mismo, aunque las consecuencias se prolonguen hacia la sociedad en la que te mueves.
No es la soledad del anacoreta la que debemos buscar... esa está reservada a sabios y a locos. Es la independencia personal, la que te permite organizar los días y las noches, la que te da poder de elección y sirve de consuelo para los grandes errores. Cerrar las puertas no es bueno, pero tenerlas siempre abiertas sirve de poco en cuanto al pensamiento propio. Y no es un ejercicio de egoismo, que siempre hay problemas de concepto, sino de pura libertad, esa que es tan utópica, tan preciada y tan casi inexistente. No vivimos solos, pero sí pensamos y decidimos solos, así que fomentar el placer de la no compañía en momentos trascendentales es sano e imprescindible.
Para personas como yo, siempre envueltas en gente, siempre con la palabra en la boca, esos momentos de silencios pensantes, de música y de oscuridad son bálsamo para todos los males.
Isabel
Veinticuatro horas más, menos mal que duermo seis o siete de ellas.

Te extraño.

Ya no te siento y te extraño.

Ya no estás y te sigo esperando... esperanzas vanas.

Mañana, veinticuatro más, de una en una, y tú... quién sabe dónde, quién sabe cómo.

Quién sabe por qué.
Isabel

Siempre he sido una romántica empedernida... y así me ha ido. No hablo ya del amor, el romanticismo es una actitud de vida, ligada estrechamente con una sensibilidad y un modo de ver las cosas que puede llevar a un grado de vanidad poco usual. El sentido de la vida, bajo ese prisma, se convierte en una prolongación de todos los sentimientos posibles: lucha, altruismo, grandezas... y el modo de llevarlos a cabo llega a ser a veces un suicidio psicológico, por falta de equilibrio en la razón y por defecto de forma. Las cosas no son extremas, ni para bien ni para mal, y no tiene por qué encontrarse lo más perfecto, preciado o maravilloso en ellas. Pero una vez metidos en la causa justa, buena y excelente, hay que darlo todo. Y a veces, todo es TODO. Apuestas fuertes... adrenalina corriendo perpetuamente, ensalzando el sentimiento de riesgo a todas horas que nos permite vivir en una cuerda floja placentera en el dolor o en la satisfacción, dependiendo de dónde nos encontremos en cada momento.

Lo interesante siempre son las resoluciones, porque cuando no se encuentran no se disfrutan y cuando se encuentran, normalmente son en forma de pérdida. Se apuesta todo, se pierde todo, y te planteas una vez más si debiste hacerlo en aras de ese romanticismo que, con los años, va convirtiéndose en absurdo. Luchando por causas perdidas, velando por altos sentimientos no compartidos por la gente que vive en el mundo real... te perdiste en las ideas y toca encontrarse de nuevo.

Un post hermosísimo por lo que me hiere en lo más profundo de la melancolía, Albúmina humana, en el blog de mi amigo Tino Hargén, me hace mirar dentro de mí a lo que busco, a lo que no sé si quiero encontrar. De nuevo tengo que aprender hoy...
Paz
Isabel

El camino de la paz interior es uno de esos senderos intrincados donde hay que luchar con las inclemencias del tiempo, con las fieras que amenazan el alma y con los miedos. Si no fuera por todo eso, la PAZ global no sería la utopía que parece ser ahora.

Podemos conservar la calma ante vecinos, amigos, familiares aún a costa de contención e inquietud, pero es fácil perderla en el momento en que otro desata el torrente de pasiones desmedidas o de temores, fundados o no.

Aún no sé qué se necesita, no conozco la receta fundamental para alcanzar la paz interior. Me han hablado de ingredientes que combino de distintas formas para dar, al menos, con un resultado dulce. Pero veo que los obstáculos son duros y mi modo de ser todavía no está conformado para aceptarlos.

La sensibilidad extrema, posible fuente de atracción y de gusto para la mayoría de la especie humana, esconde sentimientos oscuros que no imaginamos: posesión, celos, apego, dependencia, melancolía, insatisfacción. Fuentes de inspiración para músicos y poetas pero en la práctica, origen de dolores y rupturas.

No es el corazón el que debe vibrar, sino el alma. Es la mente la que debe controlar los impulsos, pero es el espíritu el que debe liberarse. Sólo hay paz en el equilibrio y sólo hay equilibrio en la consciencia y la aceptación de uno mismo.
Isabel

Mi frustración actual se deriva de no haber aprendido lo suficiente.

Me siento excesivamente mundana, llena de apegos que me separan de quien realmente quiero llegar a ser. La auténtica impotencia no está en la pérdida, sino en la falta de altura. Mis pasiones se siguen elevando por encima de mi interioridad; mis inseguridades por encima de mi fe, mis instintos por encima de mi conocimiento.

Cuesta hacer un ejercicio de introspección profundo poniendo en la balanza ese poco de sabiduría adquirida con los años y ese amasijo gigante de errores de los que parezco no aprender.

Me planteo, incluso, si lo que enseño a aquellos que dependen de mí no es más perjudicial para sus corazones que portador de esperanzas. Si realmente debo mostrar el significado de las palabras sueño, meta, ilusión, sin pasar antes por conceptos como desapego, valor propio, enriquecimiento personal, individuo.

Es un error que la sociedad se implique tanto en el romanticismo y en la eternidad de los sentimientos, antes que en la realidad llena de contrastes sin resolver, la falta de paz interior o la misma levedad del ser.
Isabel
"La música es el arte de combinar los sonidos del alma llegando al alma de los demás" (Anónimo)

Los sonidos del alma... ¿cómo suena la mía ahora?. No tiene las notas agudas y alegres de mi clarinete, pero quizá sí los acordes del piano de Satie.
La siguiente etapa del camino es el duelo. Se supone que todos los duelos tienen etapas establecidas por las que hay que pasar hasta que se diluyen en el olvido o en la costumbre. Al observar mi camino, siento que no deseo la etapa del resentimiento... no me gusta, no me aporta nada, ni siquiera creo que sirva para mitigar ni un ápice el dolor o la pérdida. Resentimiento significa encontrar en mi corazón sentimientos que no tengo. Cuando ha existido tanto amor, es imposible encontrar motivo para el rencor, haya sucedido lo que haya sucedido.
Lo cierto es que no me importa el cómo, el cuándo ni el por qué... la realidad supera a lo imaginado, a cualquier posible especulación, y se convierte en dolor. Llegados a este punto, sólo cabe pasar directamente a cualquier otro lugar del camino, exceptuando aquel que genere negatividades que empañen lo más querido.
Busco por el sendero la música de la Naturaleza, las notas que alegran el alma y curan heridas profundas. Hago música, me calmo lentamente.
Isabel

El primer sendero que me encuentro no es hermoso en un principio. Es gris, frío y tortuoso; corre una brisa poco agradable y las piedras del camino hieren mis pies y, de paso, también mi alma. La tristeza comienza con esa sensación... la angustia de lo perdido, la incertidumbre de lo que ha de llegar y no se conoce, el echar de menos. Qué terrible es extrañar lo que ya no se tiene.

De todos modos, como decidí viajar a través de la vida y no mirar demasiado atrás, excepto cuando necesite alguna vieja enseñanza, lo mejor es prestar oídos sordos al miedo y descubrir belleza donde parece que no existe. Y se siente una tibieza en el ánimo que viene de la conciencia tranquila, que poco a poco invade el cuerpo y el espíritu y deja el dolor a un lado.

"Me siento dulcemente triste". Ahí está el secreto, en la dulzura, en la leve sonrisa que susurra aún un te amo medio muerto ya entre los labios. Mirar la vida desde los ojos de la tristeza no es tan terrible, mientras sepas que ella pinta otros colores y te regala formas nuevas para decorar tu interior, que sigue en plena transformación.
Isabel
Sabía que iba a acabar aquí. Hace mucho tiempo que estaba segura que terminaría por hacer mi propio blog. Demasiadas cosas por decir, demasiadas experiencias y aprendizajes... y cuando eso se comparte con quien deseas es perfecto, pero cuando se acaba, el vacío existencial se hace grande y sólo deseas seguir aprendiendo y seguir enseñando.
¿Cuántos principios hubo en mi vida? Casi tantos como finales, exceptuando mi nacimiento. Es ley de vida, todo empieza y todo acaba, y cada vez que algo verdaderamente excepcional y único ha terminado he sentido la necesidad de seguir compartiendo, de seguir exteriorizando sentimientos, conocimientos, vida, en definitiva.
De nuevo empiezo andadura, cargando equipajes y vaciando los bolsillos de peso extra e inútil. Un camino se abre una vez más ante de mis pies, solitario y lleno de esperanzas. Aún mis ojos arrastran lágrimas, por qué no, y esas mismas lágrimas limpian la visión del sendero que me espera. Así que cargo de nuevo, miro adelante y pienso... Comienza el viaje, pero hoy sé más que ayer y eso siempre alienta al caminante.