Isabel
La vida no está hecha para vivirla en paz.
Es una montaña rusa que nos eleva y nos hace descender según el día y la experiencia. Y así mismo nos otorga la ilusión y el miedo.
La vida no es siempre un lecho de rosas, ni tampoco un pozo profundo donde nos perdemos.
Es el lugar en el que abrimos los ojos un día y nos encontramos, de pronto, respirando, y se nos ocurrió la idea de que todo debería ser redondo y plano.
A lo malo de la vida le llamamos frustración, dolor, pérdida o miedo. Pero no son más que duros mecanismos de defensa, aquellos que nos hacen aprender cómo se vencen, en un círculo vicioso de bipolaridad emocional.
Y la realidad es que la vida lleva un paquete completo de sorpresas, que quizá de pequeños nos enseñan a temer por sobreprotecciones ancestrales, y de adultos no sabemos aceptar por ser una lucha contínua y cansada.

Ahora que conozco las subidas y bajadas,
que llevo de la mano mis descensos,
que me elevo por encima de las nubes cuando sé que lo merezco,
ahora sé que, simplemente, vivo.
Y no me esfuerzo demasiado por ir contra el sentimiento,
porque si es malo, lo aguanto y lo capeo,
y si es bueno, lo dejo vibrar bien dentro,
hasta que me deja huella.

A veces es cansado vivir de esta manera,
la única que me deja ser yo misma,
aunque me falten opciones o me sobren las ideas.
Isabel

Busco ya billetes a Bolivia. Ese es mi destino, la ciudad de Cochabamba.
Grande, hermosa a ratos y a sitios, con los mismos suburbios que todas las macrourbes, con las mismas penas y alegrías que mi propia Barcelona.

Me voy a una zona en la que la gente vive con lo que puede, en la que los niños pasan demasiadas horas en la calle, las mujeres demasiadas horas sin sus esposos, los esposos demasiadas horas trabajando por poco dinero... esa rueda de la miseria que a veces es imposible de parar.

Escucho y leo sobre la tragedia de Haití, no niego que me gustaría estar allí. Pero espero, porque el destino me lleva a otros lugares donde los dramas tienen otros ojos y otras caras. Me imagino los rostros sonrientes de los niños de allí, como aquellos de India en los que sólo había brillo. Y poco más.

No sé aún qué me espera, sólo largas jornadas de 11 horas de trabajo regresando al invierno al cambiar de hemisferio. El trabajo que te hace olvidar los retazos amargos de tu propia vida, las necesidades injustificadas, las quejas sin fundamento, los intereses creados.

Más que nunca, necesito sentirme útil en algún lugar del mundo, mirar a la cara la realidad de una vida que se oculta entre la presunta grandeza de la ciudad. Necesito hacerme pequeña, sentirme pequeña, crecer de la nada, agrandar el alma. Darme cuenta de que la vida no está sólo llena de esos pequeños momentos desagradables que nos buscamos cuando todo se nos otorga, sino que puede estar llena de la vida ajena, de lo que un niño puede darte, de lo que una mujer viva puede enseñarte.

Más que nunca, después de todo lo que está pasando en el mundo, quiero encontrar riqueza.

Isabel
¿Sigues ahí? Sí, tú que vienes desde hace años a buscar en mis palabras, o tú que las acabas de descubrir. Tú, que me has mirado a los ojos y me has hecho sonreir, o tú, de quien sólo conozco la voz... voz que llora o que ríe, que me transmite cariño. Incluso tú, con quien jamás me he encontrado excepto aquí, pero que tantas cosas hemos vivido en tu sitio o en el mío, tantas hemos compartido.

¿Sigues ahí un año más? Porque este año tenemos sorpresas.

Sorpresas que ni yo misma conozco aún, pero las presiento. Sé que hay algo detrás del año 2010, para ti, para mí, para todo aquel que las quiera desenterrar de entre esos proyectos que nunca se acaban de convertir en realidades, de entre esos sueños de los que no acabamos de despertar. Y me doy cuenta de que lo que quiero es seguir extendiendo alas, seguir luchando libre, seguir mirando a las estrellas y reir como loca de noche y de día. Con esa locura que algunos no entienden, pero tú sí.

Voy a vivir en mi mundo de contradicciones controladas, en ese en el que no dejo de moverme y no me muevo. Porque mis proyectos me llevan más allá de mar y mis intenciones me dicen que no me mueva de aquí, de este lugar mágico donde soy y no estoy, donde me sientes y no me ves, pero me sabes.

Desde aquí seguiré dando guerra, viendo mundo, viviendo instantes intensos, llorando en esas noches rotas, riendo el resto del tiempo. Y cuando no esté quiero que sepas, visitante que pasas o amig@ del alma, que vuelo libre pero que de aquí no me muevo. Para que aún encuentres mis palabras o quizá tu propia historia.