Isabel
Hay mañanas en las que despierto con el cuerpo frío y el corazón cubierto de escarcha. Cuesta moverse entre esa noche que intenta amanecer y no termina.

Días que se acortan menos lentamente de lo que quisiera y me arropan con una capa de oscuridad que busco iluminar.

Se abren mis ojos y se acostumbran a la penumbra de los nuevos días, sintiendo ganas de que las hojas muertas de mi vida caigan sin dolor y se prepare el cuerpo para recibir, cuando llegue la primavera, nuevos motivos para vestirme de alegría.

Me gusta el otoño afuera, igual que me gusta que me recubra por dentro. Me gusta sentir el quejido silencioso de mi cuerpo cuando, lentamente, busca el calor y la caricia.

Y sé que, en unas horas, cuando salga el sol y pasee por la calle, sus rayos vendrán a tocar mi piel con la suavidad del amante que aparece en sueños para obsequiarme con un diáfano y momentáneo regalo de amor.

Cuando acabe la tarde, mi corazón quedará lleno de esos colores que sólo se pueden gozar cuando el año se torna melancólico; se iluminará de estrellas sobre fondo rojo, y volveré a dormir con este otoño en lo profundo.



Isabel
Mi ilusión, mi sueño, mi tormento

Llegó de tierra extranjera, del otro lado del mar.
Apareció sin pedirlo, sin esperarlo, como un torbellino de sensaciones y sentimientos que siempre había creído que sólo estaban en mi imaginación.

La distancia y el tiempo fueron nuestros aliados al principio, nuestros enemigos férreos al final. Nos amamos como en la vida... nos sentimos como no está escrito. No hay poema de amor que haga justicia a todo lo que nos pasó en estos últimos años.

Escribí versos, prosas, intentando plasmar lo que llevaba dentro, sin conseguirlo nunca; era imposible. Demasiado grande, demasiado fuerte, demasiado... siempre demasiado.
La misma música que nos unió en un principio se nos convirtió en banda sonora de un universo de dos, de un paraíso donde el diálogo entre dos almas se convertía en único y posible.

Construimos castillos y futuros, lidiamos con muchas circunstancias movidos por la esperanza, fuimos hacia adelante de la mano, de cara a una oscuridad que, a ratos nos atrapaba y a mí me daba miedo, y otros ratos era ese mismo terror el que obligaba a avanzar.

Pero ese mismo tiempo y esa misma distancia, conforme pasaban los años, se nos vinieron encima, se nos pusieron en contra, enarbolaron armas poderosas con las que mi extrema sensibilidad y sus propias circunstancias se desequilibraron hasta empezar a doler.
Y ese mismo amor, siempre tan grande, comenzó a clavarse muy dentro, sangrando a cada paso en el que el túnel se hacía más oscuro y más profundo.

De nada sirve pararse a pensar en cómo estallaron las cosas, en cómo el sufrimiento me volvió otra. Ahora el futuro es extraño, ni lo pienso ni lo quiero, ni siquiera lo espero. Sólo dejo que pase el tiempo minuto a minuto.

Lo que siento, ahí está; silencioso, guardado como bomba de relojería. Brasas que laceran, pero que consigo mantener a un fuego tan lento que apenas me doy cuenta.
No pienso, no aparto la vista para mirar más allá. Me mantengo en un camino que no sé a dónde me lleva, ni quiero saberlo, con la misma honestidad de siempre. Y lo que tenga que ser, será.

Me dejas dentro una parte de ti tan pegada como si fuera mi propio cuerpo. Me dejas de ti dos almas en una, fundidas a hierro y fuego. Te quedas con los restos de la batalla, con el tesoro que siempre fue tuyo. Lo demás, que sea de nuevo el tiempo el que decida.

Hay tantas y tantas canciones compartidas... tanta música que nos unió... pero ésta es la que lo simboliza todo.


Isabel
Mi esposo, el padre de mis hijos, mi fracaso.

Mezcla de nostalgia, silencio, paz y culpa.
La cara y la cruz, el agua y el aceite, lo negro y lo blanco... pocos se explicaban cómo habíamos ido a parar juntos dos personas tan distintas. A mí me atraía su inteligencia clara, su capacidad de explorar, de aprender, de crear. Siempre fui más memoriona que creativa, pero él tenía lo que yo soñaba: esa mente que no dejaba de pensar, ese talante científico, matemático, mezclados con una espiritualidad extraña.

Él siempre serio y formal, yo más bien loca e inestable. Él, capaz de darles a nuestros hijos ese equilibrio que yo suplía con fantasía y emotividad. Su amor y el mío... tan distintos, yendo por caminos tan distantes que acabaron por separarse. Porque no supe darle lo que necesitaba, ni él vió lo que necesitaba yo. Porque me pesaban las cadenas invisibles de lo deseado y no obtenido, de lo imaginado y no vivido, y me tuve que soltar.

Y la verdad es que, aunque no me importa volar sola, sí queda dentro de mí la sensación de fracaso, de no haber sabido, ni podido, ni casi intentado amoldarme a una vida que sabía que no era para mí.

Me apena no haber sido lo que él quería, me apenó la mirada de mis hijos. Me dolió en el alma tener que cerrar las puertas a una vida que hubiese sido buena, sin más. Porque yo quería más... yo quería pasiones, quería locura... aquello que pensé que existía en alguna parte fuera de nosotros.

Las cosas pasaron, los sentimientos murieron, menos ese interrogante que siempre seguirá vivo... quizá debí haberlo intentado...


Isabel
En los siguientes tres posts quiero hacer un homenaje especial a los tres hombres que han significado algo especial en mi vida. Lo que les ligó a mí, por qué se quedaron en ella.

Mi mejor amigo, mi primer amor, mi hermano.

Éramos tan niños cuando llegó al parque aquella mañana... ha pasado tanto tiempo... No se hablaba de otra cosa que de la llegada de aquellos chicos al pueblo, de él. Me molestaba tanta atención hacia ese muchacho moreno que tenía la mala costumbre de tirarme pipas al pasar. Pero me ganaron sus ojos, que cerraba como los chinos cuando se reía. Me ganó su humor y su ternura, su aplomo y su forma de ser, aún tan joven.

Los veranos se sucedieron, uno tras otro. Él me enseñó, sin saberlo, quizá sin casi quererlo, lo que era el amor de verdad, lo que se sentía. Él me dió la medida que hoy sigo utilizando para saber lo que llena mi corazón.

Éramos tan jóvenes que se nos pasó el tiempo aprendiendo a ser mayores, aprendiendo a adaptarnos a quienes íbamos siendo, pero era espíritu libre y quiso seguir volando. Y mientras yo jugaba a imaginar futuros, él quería descubrir el mundo.

Durante años nuestras vidas tomaron rumbos separados. El primer amor fue también el primer dolor, la primera separación, la primera vez que luchaba por seguir sin una parte de mí que quedaba atrás. Mi vida, como la suya, tomó otro rumbo, otro espacio, pero un día el destino quiso que volviésemos a encontrarnos.

Hoy han pasado años de nuevo, pero ahí le tengo. Un tesoro de vida, alguien que me conoce más que yo misma, que sabe lo que pasa por mi cabeza aún sin verme. Ahora, que ya no nos late el corazón a medias, sí perdura ese cariño que nos unirá para siempre y que no deseo perder.
Para ti, mi recuerdo y mi homenaje agradecido por todo el amor regalado, por el tiempo compartido, por seguirme sonriendo, por no irte de mi lado.