Isabel
Noche de San Juan, la más corta del año. Noche casi eterna, de luces en el cielo contrastando con las estrellas. Luces y ruido, fuego y viento, calma y agitación. Fiestas paganas que se funden con ritos antiguos que rinden homenajes a santos. Siempre la contradicción humana.

Día largo de finales y despedidas... empieza el verano, acaba el trabajo, unos se van, otros se quedan a seguir hacia adelante.
Lágrimas por las separaciones, ganas de quedarse con lo que uno tiene... siempre el miedo al fracaso, a lo nuevo, a emprender nuevos caminos. Les miro y sonrío. Yo ya no tengo miedo.

He fracasado, me he despedido, he recomenzado una y otra vez, he perdido, y la vida me sigue llevando por donde quiere. Ahora me dejo.
Noche de mirar al cielo sin tristeza, de descubrir los colores de la pólvora, de las danzas y las músicas mántricas. Me sumo en el silencio mientras, del otro lado del cristal, el ruido ensordece la ciudad.

El fuego quema recuerdos, pasados, purifica y cauteriza las heridas del alma. Bailaría sobre las llamas, a ritmo de instrumentos arcaicos, iluminada por la luna y entregada a la misma Naturaleza en un sacrificio placentero de lo humano.

Frío y fuego, placer y dolor, silencio y sonido reverberando por dentro. Ceremonias íntimas en la noche de San Juan, recordando... siempre recordando lo eterno.


En esta noche
brilla la llama ardiente
de mis sentidos.
Isabel
Quédate con lo mejor que has vivido, con lo bueno que te han dado.
Cuando mires atrás no lo hagas con ojos tristes, imaginando las cosas que pudieron haber sucedido, lo que dejamos en el camino. La vida es algo que transcurre hacia adelante, que fluye como el agua de los ríos: fresca, renovada, limpia y respirable. Que todo lo que nos llegue de atrás sea sólo esos instantes que suman felicidad al alma, siempre lo lleno que estuvo, lo dulce que fue, las sonrisas regaladas, el amor que existió.

Quédate con lo mejor que tienes, porque una mirada estática al momento nos descubre todos los detalles que hacen del presente una belleza. Observa las cosas pequeñas que te hacen sonreir, porque eso es lo que vale.

Lo mejor de la vida es lo que tuvo y tiene su valor. Los momentos de amor puro, las jornadas compartidas que se recuerdan con cariño, el sentimiento en el corazón. Todo lo demás no importa, porque sólo nos deja el regusto amargo que tiñe la mirada y que frunce el entrecejo en un gesto que afea nuestro exterior y nuestro interior.

Pensar en lo que se perdió es un punto de vista, pero siempre es mejor quedarse con lo que se ganó. Con todo lo aprendido, con todo lo que se dió, con los regalos de vida que te hicieron, con lo bueno que sucedió.

Los senderos que vives hacia adelante no te muestran el final pero, si te quedas con lo bueno, hagas lo que hagas y tengas lo que tengas, será camino conseguido, donde no podrás perder al menos el sentido de ti mismo y de todo lo encontrado mientras seguiste andando.



Me quedo con lo hermoso que tuvimos.
Y si al final el tiempo y el camino nos traicionan,
al menos podré decir que he amado
y que tu amor he sentido.
Que lo que tuve te lo he dado
y que de ti he aprendido.
Me queda haber viajado de tu mano,
la música que compartimos,
el tesoro de un cariño iluminado
la esperanza de un futuro no sabido.
Y sea lo que sea de nosotros
creeme cuando te digo
que nada en este mundo ha sido igual
que soñar contigo.
Isabel
Le he dado muchas vueltas a la cabeza, he tenido noches de insomnio en el pasado, me he roto los cascos pensando y pensando, en un momento de la humanidad en el que quien menos piensa es visiblemente más feliz.
He encontrado críticas, feroces en ocasiones. He chocado con muros y han intentado desmentirme y demostrarme que mis conclusiones sobre esta vida no son tales. Y no digo que no pueda equivocarme, que lo hice y sé que lo haré en múltiples ocasiones, pero hoy por hoy hay cosas en las que creo tan firmemente que, incluso a partir de la experiencia ajena, no puedo sino corroborar lo que siento.
  • El amor nos puede salvar, sí, y también de nosotros mismos. Todo depende del sentido que le des a ese amor, de la importancia que tenga, de lo que seas capaz de hacer con él. Hasta los soldados en las guerras sobrevivían por amor. Por amor a los padres, a las esposas, porque ese mismo amor les hacía agarrarse a un clavo ardiendo.
  • No hay mejor entendimiento que el de las miradas. Aunque las palabras puedan decir muchas cosas, nada hay como el mirar al fondo de unos ojos para entender las verdades, las necesidades, el disgusto, el cariño. Nada como unos ojos enternecidos, nada como una mirada fría, para entender a quién estás mirando.

  • Una imagen vale más que mil palabras. Pero una imagen real, no una instantánea del momento. Una sonrisa de un segundo puede ir seguida de un mar de lágrimas, de un instante de ira, tapar un disgusto interno. Las palabras se las lleva el viento, se malinterpretan, se resumen, se cortan y se pegan en el propio entendimiento personal, convirtiéndolas en productos del sentimiento propio.

  • El hombre es un animal social, requiere y necesita contacto físico. No se deja de valorar el aspecto espiritual, propio y único en nuestra especie, pero no dejamos de ser lo que somos, no dejamos de vivir en un cuerpo que necesita un abrazo para no caer incluso en el daño mental. Oler, tocar, sentir la piel, respirar, notar entre los dedos cómo se eriza el vello al contacto de la mano amada.

  • No me importa lo que piensen ni lo que digan. Sé lo que hay en mi cabeza, en mi corazón. Sé lo que hago y lo que digo. Sé a dónde me llevan mis decisiones.
Hay más, pero no creo necesario alargar lecturas para captar esencias.