Isabel
No es que no sepa hablar de amor, es que tanto he dicho que apenas me quedan palabras. No es que no sienta, es que siento tanto que ni siquiera puede asomarse al exterior a estas alturas. No es que esté vacía de todo, es que estoy tan llena que me inmoviliza.

Temo que un día todo lo que hay en mí explote... tú me decías que si algún día llegases a llorar, sería el último. Yo llevo tanto tiempo esperando a darlo todo que el día que lo haga seguramente ni siquiera sepa, tal vez ni pueda de puro contenerme, de pura paciencia, de guardar y acumular.

No es que no tenga corazón y sea fría como el hielo, es que ya no me cabe en el pecho, está encerrado entre las paredes de mi cuerpo y no parece emanar calor. Ni es que me sienta cansada, ni que haya perdido la ilusión, es que aún tengo tanta que me da miedo imaginarla, no sea que en una de estas se vaya del todo y ya no vuelva.

No quiero pensar en lo que creo, ni soñar más allá de lo que tengo. Quiero vivir en un extremo mientras el tiempo corra en mi contra, mientras el espacio sea una barrera, mientras haya algo que me bloquee. Quiero sentir que las cosas suceden para algo, que sólo si me calmo, si me detengo, si tomo aire y dejo asentarse lo que me consume podré disfrutar de mi propio momento.

No es que hoy tenga un instante inquieto, es que a veces me remuevo por dentro. Y al final parece que no sepa ya hablar de amor.
Isabel
Me encanta buscar en la vida símiles matemáticos, quizá porque creo que todos seguimos las mismas reglas físicas, las mismas normas numéricas.

Muchos acontecimientos siguen una clara distribución binomial: al principio todo es poco a poco, en el intermedio la intensidad crece hasta un máximo que siempre nos parece que se va a mantener indefinidamente, hasta que acaba cayendo y, a veces, muriendo tan poco a poco como empezó.

Otros parecen funciones exponenciales: suben y suben interminablemente, mucho más deprisa de como da la impresión que deben ir... el problema es que a veces encuentran asíntotas horizontales (como muros infranqueables) y se detienen en una monotonía que nadie sabe cuánto puede durar.

En estos momentos para mí no hay máximos ni mínimos... hay un bello punto de inflexión. Llegamos a él cuando hay un cambio en la tendencia, cuando hay un momento en el que lo que estaba sintiéndose de una manera cambia a otra. El camino se desvía hacia otro instante de tu historia.

No se puede permanecer en una continuidad perpetua. Siempre hay acontecimientos que, para bien o para mal, nos obligan a optar por otra vía, marcando esa inflexión. A veces son puntos de dolor, otros puntos de felicidad. Una ruptura, un matrimonio, la llegada de un hijo, la pérdida de un amigo... un fracaso, una victoria. Todo eso puede suponer muchas cosas, pero lo favorable sería que propiciasen un cambio suficientemente bueno como para poder seguir remontando hasta el infinito.

Hasta aquí tuve mi bajada... a partir de aquí, inflexiono hacia no sé dónde, pero sí hacia un lugar donde me encuentre conmigo misma, donde quizá quien tenga que compartir conmigo lo haga, porque sabe dónde va a encontrarme. Mi tendencia es clara... sigo mi propio camino a la espera de encontrar quizá su camino paralelo. Y si no, no pierdo de vista el propio.

Hacia un infinito positivo, como esas funciones que me gustan... y cuando encuentre obstáculos, ya volveré a marcar otro punto de inflexión. Ahora sé cómo se hace.



Isabel

Se me pierde el mundo en el que creo, aquel en el que siento que todo es bueno. Se escapan aquellos ideales que daban alas. Se entristecen los niños, ya no sonríen... luchan con ojos vacíos, por cosas vacías, sin razones, sin motivos.

Dentro de mí sigue latiendo la idea, el pensamiento fluye como antaño. Me late la fe en las entrañas, me vence la intensidad, las ganas de guerrear por lo que quiero, aunque lo que ven mis ojos sea distinto. A mi alrededor se pierden las creencias en un mundo mejor... quizá son más realistas, quizá nada más les enseñaron, quizá perdió la humanidad toda esperanza y sólo unos pocos intuyen que aún no estamos muertos.

Mi mundo se resquebraja a golpe de machete, lo rompen las máquinas; lo ensucia el hombre, de basuras y de infelicidad, de engaños y de poder. Y aún así siento que los corazones suenan en el silencio, el que provoca la insensatez y la desidia. Si sólo pudiésemos escuchar... si sólo detuviésemos un segundo la vorágine de nada que nos envuelve, podríamos ver más allá del egoísmo y encontrar un lugar donde descansar.

Mis jóvenes no encuentran ideales, ni razones, ni vida, cuando hay tanta y la sienten escondida. Detrás de su necesidad de afecto y de su falta de amor, de los besos sin sentido, de abrazos sin calor. Y les digo que hay que luchar y creer, que hay que superarse y vivir, que primero te reconoces para conocerte en otros. Que no duele pedir perdón, ni dar las gracias, ni decir por favor, que el Amor vale la pena, aún con sufrimientos. Que darlo todo es grande, que vivirlo todo es bueno, pero siempre sintiendo.

Me lo quieren cambiar, el mundo; pero yo aún lucho por todo aquello en lo que creo.


Hoy tuve dos conversaciones maravillosas que marcaron mi día: con Héctor y con Marta, dos de mis alumnos de cuarto. El primero quiere cambiar las cosas y no sabe cómo. La segunda sólo quiere amar y no sentir que no es nada. Ambos valen la pena y deben mirarse en el espejo del alma, encontrar sus propios ideales, y pelear por ellos, lejos del ambiente vano en que se mueven.
Isabel
No concibo mi vida sin pasión. Emoción complicada de describir por su intensidad, por su elevación a instantes placenteros en todos los sentidos.
La pasión que se siente cuando amas lo que haces, lo que tienes, lo que vives, lo que piensas, lo que aprendes. Cuando en cada cosa que te rodea descubres un mínimo de belleza, de encanto.
La pasión por la música, al escuchar aquellos temas que nos llenan el alma y nos devuelven sensaciones de felicidad extrema. Por la lectura, cuando te sumerges en bellos relatos, en poemas que son capaces de que la emoción profunda te embargue. Cuando las palabras con las que dibujas momentos, lugares, se convierten en meras descripciones de visiones de ensueño, que te sumen en estados de un valor inmenso. El mismo Amor, con el que vives ese estallido interno en el que vuelas, ríes, lloras, sientes.
Explicar matemáticas nunca fue fácil, pero llevados de la mano de la pasión por los números, las formas, el puro juego de niños, se puede hacer vivir como arte. Y el arte es la cuna de la pasión, es donde se mecen los sentimientos encontrados, donde se expresa esa parte del corazón imposible de manisfestar con palabras.
Intentar escribir sobre ella es complicado... la misma que mueve mis días en lo que hago, la que sigo sintiendo por quien aún adoro, la que me dice que no hay imposibles, sabiendo que es pura utopía. Sin embargo, lo único que me hace creer en que hay cosas que aún existen es esa misma emoción.
Sé que aún la llevo dentro, pero no puedo... lejos, siempre lejos. De mis ojos, de mis manos, de mis sentidos. Así la pasión sigue siendo cosa mía, algo que siento y no puedo compartir, que se está conviertiendo en idea, en algo que se diluye lentamente.




¡ESTO ES PASIÓN!

(Peter Hammill Lille, France 1996)

Isabel
Así nos sentimos a veces los seres humanos... nadando entre dos aguas. Sintiendo dos vidas, en el mejor de los casos, viviéndolas.

La que queremos y la que tenemos; la real y la ideal. Aquella en la que seríamos capaces de todo y la que nos obliga. A veces se establece un equilibrio entre ambas, siendo imposibles de distinguir o separar. Otras, hay un abismo tan grande que nos lleva hasta la misma angustia.
Me despierto pensando que éste no es mi lugar, que no encuentro lo que busco, que no tengo lo que merezco o quizá, que no sé valorar lo que tengo.
Mi respiración a las cuatro de la madrugada me indica que algo no va bien, que hay un desconcierto porque en la oscuridad no distingo en qué lado de la orilla estoy. A veces sueño y me despierto sin saber qué parte es exactamente la realidad.

El trabajo, los hijos, los amigos, esta vida cómoda donde hago aparentemente lo que quiero... y ¿qué es lo que quiero?. Mi imaginación vuela más allá del mar, se escapa a lugares nunca vistos pero siempre sentidos, donde se oculta una parte de mí más sencilla, más íntima, más auténtica.

Atrapada entre las calles de mi ciudad, entre luces y coches, entre tacones incompatibles con las prisas que aprenden a subir escaleras a velocidad de vértigo. Atrapada entre la gente, entre voces que se elevan con mi nombre, entre los que me necesitan y los que me imponen.

Y sólo quiero estar al otro lado... en aquel en que siento mi yo interno, en aquel en que me encuentro valiente y osada, en aquel donde estás tú.

Mi disgusto es vivir en lo real, tan real que, a momentos, parece puro mal sueño. Mi calma está en que en este momento, lo que hago es lo que me toca... llegará el día en que tenga suficiente fuerza para nadar al otro lado.
Isabel

Mi vida es música. Mi banda sonora cambia con el tiempo, con las experiencias, con los que pasan a mi lado. Soy promíscua en materia musical... cambian las piezas que me definen, hoy soy piano, mañana saxo, al otro simplemente voz. A mediodía siento un rock progresivo vibrante, en la noche me basta la presunta simplicidad de Satie. En los mejores momentos me pierdo en Beatles, en los peores me hundo en Satriani.

Me siento sonando en una escala extraña; ahora tal vez lo hago en Re menor. Toques de leve melancolía, alteraciones en algunos sostenidos, puede que algo desafinada. Los semitonos de mi vida me acercan a esa misma música que cuesta comprender, melodía larga e intensa llena de blancas y negras, de compases en cuatro por cuatro; moderato, no allegro.

Quizá es esta calma extraña que me sume en los tonos suaves, quizá que en estos momentos no deseo estridencias, ni grandilocuencias, ni mucho instrumento, y aún menos percusiones. Hoy más que nunca me uno en el alma al viento: flautas, saxos, clarinetes, oboes... ese viento modulable, fino, piano, dulce, apasionado.

Armonía y melodía conforman una canción atípica, algo hostil a los oídos acostumbrados a tonos mayores, a principios y finales apoteósicos, a comenzar y acabar la sonata con la misma nota armónica. Quizá es algo que me ha compuesto la vida para que lo trabaje mejor de lo que lo hice hasta ahora, y es que la música es ensayo, error, esfuerzo, fracaso o triunfo.

Aún así, por muy peculiar que la escuche, sigue siendo música y sonando al ritmo de un corazón que sigue sintiendo, algo desentonado por el tiempo.
Isabel

Dicen que los sueños son la reacción del cuerpo ante el estrés del día y que si no fuera por ellos, moriríamos en poco tiempo de puros nervios. Dicen también que, por tanto, soñamos cada noche, lo recordemos o no. Si no lo recordamos es porque necesitamos un descanso tan intenso que nos impide sentir y disfrutar (o padecer) esos sueños.

Se habla de su interpretación, de si son en blanco y negro o en color, de si algo tienen que ver con el futuro o la realidad... todo eso es trabajo de científicos, psicólogos o de quien le preocupe. Lo único de lo que puedo hablar con conocimiento de causa es de mis propios sueños.

Me preocupa no poder soñar... he pasado bastantes meses sin hacerlo y me entristecía. Es cierto que mi cuerpo y mi mente no estaban para proyectar imágenes, y por tanto, sólo dormía las pocas horas que lo hacía. Una vez las cosas empezaron a tomar su lugar, volvieron las noches más hemosas.

Sueño en color, no hay duda. Y no la hay porque veo esos colores y reconozco que no existen en mi realidad inmediata. Antes, hace años, pensaba que en verdad no existían pero ahora, una vez vista una pequeña parte del mundo, he ido a encontrar algunos en el Atlántico, en Asia, en atardeceres del norte de África. Colores en el primer amanecer helado a 1000 metros de altura, en los atardeceres en el mar. En tardes de lluvia o noches de niebla iluminadas de luna. Como sea, son colores especiales.

A él le soñaba en la noche, siempre en la oscuridad... tal vez porque no habían muchas referencias y mi mente no osaba dibujar más allá de lo poco conocido. Sin embargo, oía claramente su voz, sus palabras, aún en un rostro desdibujado. Siempre me gustó soñarle.

Soñé con soles enormes, con mares tan azules que parecían imposibles, con noches tan iluminadas que parecían día. Y quizá algo de eso me está esperando en alguna parte.

Por soñar, he soñado que era feliz, que tenía lo que amaba. Quién sabe... decía Calderón que "los sueños, sueños son", pero yo no sé todavía si los sueños se hacen realidad un día.
Isabel
En una semana tres premios... no sé qué decir, excepto que son detalles que una acoge con ilusión y que, por tanto, reparte con la misma emoción. Es complicado esto de darlos... simplemente porque todos y cada uno de los blogs que visito merecen no uno, sino mil. Sin embargo, vamos a intentar colocar la mayoría.
Para empezar, el premio "Blogger del día", que agradezco a Tawaki, y los siete nominados:





Los 5 elegidos para el Premio a la Calidez, que me llegó de Iris:

Y, para terminar, los siete que se quedan con el premio Dalis, creado por Skynet y que me dejó mi querido Paco:




He tenido que editar de nuevo el post porque aún cayó otro premio, que agradezco esta vez a Cálida Brisa. Es el premio Arte y pico que conlleva las siguientes reglas:

1) Debes elegir a 5 blogs que consideres sean merecedores de este premio por su creatividad, diseño, material interesante y aporte a la comunidad bloguera, sin importar su idioma.

2) Cada premio otorgado debe tener el nombre de su autor/autora y el enlace a su blog para que todos lo visiten.

3) Cada premiado, debe exhibir el premio y colocar el nombre y enlace al blog de la persona que lo ha premiado.

4) Premiado y premiador, deben exhibir el enlace de Arte y pico, para que todos sepan el origen de este premio.

5) Exhibir estas reglas.

Qué decir de ellos... que todos son deliciosos, que todos tienen cosas que contar, que en ellos hay vida, poesía, diversión, conocimiento. Que de todos aprendo cada día y en todos encuentro un amigo. Hay muchos más, claro. Poco a poco. Besos para todos y gracias por estar ahí.