Nos hablaba de los derviches giradores y de la orden de Mevlana; de las flautas de caña que utilizan para improvisar las música que les lleva al trance suficiente como para girar sin descanso durante un largo tiempo. Y nos comentó algo de filosofía musulmana...
No hay que huir del dolor, hay que asimilarlo y sacarle provecho. Hay que pensar que los malos momentos nos ayudan, mal que nos pese, a madurar y a ver los buenos como un regalo. Se disfrutan más las cosas cuando se las valora, cuando se ha experimentado su pérdida y aún así se tiene suficiente fuerza para intentarlo de nuevo, con todo lo aprendido a cuestas.No me gusta sentir dolor, ni sufrir, ni verme a oscuras y en soledad, pero todo lo que he pasado hasta ahora me ayuda a saber por dónde encaminarme en adelante. Con nuevos errores, quizá, pero con nuevos ánimos. Caña que se va templando con el tiempo... porque aún hay tiempo.
A medida que pasa el tiempo y maduramos, las estaciones se suceden no sólo en el tiempo, sino en el corazón. Inviernos fríos, otoños melancólicos, veranos cálidos y primaveras alegres. A veces incluso nos parece que siempre vamos a permanecer en un solo estado, pero el tiempo se encarga de demostrarnos que todo eso es parte de lo que uno vive y aprende.
Miraba por la ventana esta tarde de noviembre, aquí donde no parece existir este año cambio climático porque hace el mismo frío que en mi niñez perdida. El sol se ponía, los árboles amarilleaban con las pocas hojas que aún les quedan, la luna aparecía alta, a medio hacer. Y mi corazón ahí anda, tras un pecho frío, en un cuerpo con fecha de caducidad, movido por una mente que a veces piensa demasiado y otras no sabe qué pensar.
Me siento identificada con la estación, estoy entrando en un suave otoño de mi vida, de esos de colores rojizos que marcan la caída de la tarde. Otoño de mareas que suben y bajan, lleno de personas que vienen y van, que importan y que no, que se quedan y que me olvidan... como tiene que ser. Echo de menos el verano de largas noches, de calor intenso, de fuego en la sangre, pero ahora toca descansar y mecerse al abrigo de la noche, con las pequeñas nostalgias y las pequeñas satisfacciones, cada vez menos exigentes.
Quedan los recuerdos, quedan los momentos de calma, los días por llegar con el alma inquieta. Queda lo que quede de vida, las mareas que suben y bajan, la gente que me quiere, la que simplemente pasa.
La veo sonreir a mi lado en la clase de música, ya cercano su viaje, y la siento tranquila y feliz. Intento comprender la magnitud de la aventura que van a emprender y siento emoción y algo de miedo.
Victoria toca el clarinete, como yo; canta en una coral, escribe y, sobre todo, VIVE. Nunca para, está llena de inquietudes y ninguna de sus circunstancias personales la hace retroceder ante lo que desea. Ella y su compañero de vida (me encanta cómo lo define) van a emprender un largo viaje en unos días: un año por África en una pequeña casa móvil. La ruta está por acabar de establecer, las motivaciones son muchas, poseen el tiempo y las ganas de enfrentarse a esto, de conocer mundo, gente, de aprender. Han comenzado a escribir un blog donde estarán sus experiencias y donde podremos vivirlas con ellos.
- Leer cosas maravillosas y sentir esa envidia que corroe por dentro. Sé que no es envidia sana, aunque me alegra por los demás.
- Depender de recuerdos que no son, rebuscar entre la basura del alma cosas que me duelen.
- Sentirme débil, ser débil, mostrar esa mirada apagada que me pone de los nervios cuando me veo en el espejo.
- Soportar que lo que para mí fue un amor inmenso se considere "asuntos domésticos" por parte de la otra persona. Me hiere, me ofende, me hace sentir tonta.
- Todo y soportar más de un dolor, volver una y otra vez a caer en el error de continuar la tortura cuando él me encuentra.
- Tener momentos deliciosos de gusto, de placer incluso, y marearlos y hacerlos añicos horas más tarde a base de remordimientos.
- Sentirme culpable, una y otra vez, de delitos inventados, de situaciones absurdas, de momentos que se giran contra mí.
- Pensar demasiado, en lugar de vivir un poco más... y mejor.
- Haber perdido la fe. Sentir que no siento, aún cuando lo hago.
- La sensación de negatividad que rezumo por los poros cuando más ganas tengo de reirme.
- Que tenga que ser otra persona la que domine mi vida, la que decida por mí, la que me hunda cuando quiera.
- No poder pasear bajo la luna acompañada, cenar a la luz de las velas, viajar a lugares hermosos, simplemente tener al compañero cercano para hablar.
- Mi idea infantil y peregrina del amor. Ese amor no me funciona, no se corresponde con la realidad.
- Que me pidan cosas que no puedo hacer, que me exijan lo que está fuera de mi alcance, de mi conciencia.
La lista sería enorme ahora mismo... siento que hay demasiadas cosas que no me gustan, de mí o de la humanidad. Siento que no estoy en conexión con el resto, que quizá estoy equivocada... o que no pertenezco al lugar donde me encuentro.
PD: Y no me gusta andar como fantasma escuchando su música, evocando perpetuamente su recuerdo en la voz de Janis Joplin. Pero lo hago.
Del revés mis propias emociones... contradicciones en ellas, de esas que tan poco me gustan porque me colocan a la defensiva.
Mi compañero de música ha muerto. Andreu era joven aún, pero sobre todo, era feliz. De las pocas personas que se declaraban abiertamente feliz, que estaba satisfecho con su vida, alegre con lo que disponía, que te contagiaba ilusión por las pequeñas cosas. Ya no está, y llevo toda la semana pensando en tantas cosas... en lo mucho que nos quejamos a veces, en lo relativo de casi todo, en montones de buenas intenciones para mí y los que me rodean. Esas cosas de las que uno se olvida en poco tiempo, dejando la sonrisa atrás para hundirse con el primer revés que nos lleve a la frustración. Me he planteado dejar de sentirme así, pero siendo de talante hipersensible y en exceso emocional sé que no va a durarme mucho.
Por otro lado, la vuelta de pequeñas ilusiones. Esas que me propuse dejar atrás y que ahora, alguna que otra noche, vuelven a rondar por mi cabeza. Ilusiones hechas sonrisa, emociones que pugnan por salir y que freno porque sé que si lo hacen ganarán en intensidad... esa misma que siempre me pierde.
Entre cansancios, sueños, ilusiones y pérdidas se ha movido la semana. Y sigo pensando y sigo viviendo.
PD: Un pequeño retazo del pasado. Bellísimo.
Todos los años, cuando se acerca el invierno y las noches se hacen largas y frías, recuerdo la sensación de la luz en la ventana.
Hace ya bastante tiempo, tanto que sólo me quedan instantes en la memoria, recorría las calles de Barcelona de camino a casa, la casa de mis padres, después de alguna tarde de domingo vivida y disfrutada junto a los que eran (y algunos siguen siendo) mis amigos. Tardes-noches intempestivas, heladas, oscuras, húmedas... ya cansada, no parecía llegar jamás a casa.
Miraba las ventanas de los demás, donde las luces encendidas indicaban hogares cálidos con personas que se amaban. Y eso me hacía pensar en que, algún día, yo misma tendría mi propia luz y, por añadidura, todo lo que eso significaba. Con los años tuve ratos en que encontré exactamente lo que deseaba; en otros, momentos amargos que deslucían esa luz que desde fuera debían de ver tan suave. Más adelante, la luz tuvo el frío de la soledad.
Durante esta semana volvieron las temperaturas casi invernales a la ciudad y en las noches en que regreso a casa helada, cansada y medio rota, me doy cuenta de que tengo mi luz en la ventana y que allí, en lo alto del edificio, me siento protegida, cuidada, feliz y descansada, aunque ni siquiera se haya encendido la calefacción.
A veces no nos damos cuenta de todo lo que tenemos tras nuestra propia ventana.
Imágenes de Marruecos
From: snowgoose, 24 minutes ago
Estas son algunas de las mejores imágenes que he tomado en mis vacaciones. Expresan todo lo que fui capaz de sentir allí.
Hay días en que necesito decirme que puedo empezar otra vez... incluso que soy capaz de creerlo.
- El dolor
- El resentimiento
- La aceptación
Paso de la primera a la segunda con una facilidad pasmosa. Duele y duele, y tanto lo hace que se resiente el alma, se incomoda y se maldice por haber llegado a esto. Odio los resentimientos... esos que ahora mismo tengo y se intercalan con el dolor de las heridas.
Quiero llegar a la aceptación, a ese momento dulce en que ya nada importa, en que casi nada se siente y te dejas llevar hacia lo que tenga que ser. No soy capaz de dejar atrás mi fardo, ni siquiera de hacer leña de él para que me alumbre o me caliente. Sé que esa es la solución, que necesito luz y calor. Orientarme hacia la tercera fase, dirigirme lentamente hacia asumir la realidad y tomarla como propia, como parte de mí. Esta soy yo, así es mi vida, es mi camino y lo tengo que recorrer. Busco mi luz, y sé que la llevo encima. No soy sabia, no soy fuerte, sólo intento desprenderme de todo lo que me pesa y seguir adelante más ligera.
Cuando aprenda a aceptar, habré encendido la hoguera que me ilumine con los restos de lo que un día fue y ya no está.
"No conviene deleitarse en los sueños y olvidarse de vivir".