Isabel
La libertad parece a veces tan utópica, tan lejana.
Perdidos en un Universo donde no podemos movernos, atados a una gravedad que no nos deja volar, unidos a unos pulmones que no permiten que nos llene el silencio del fondo del océano...

Pero la verdadera libertad no es esa. La auténtica se consigue tras una madurez suficiente de mente y espíritu, tras el convencimiento de la propia identidad, cuando tienes las cartas sobre la mesa y estás dispuesto a jugar.

Nunca se juega sobre seguro en la vida, jamás las apuestas son tan altas y arriesgadas, pero las normas son claras y la actitud es lo que cuenta. Actuamos sobre creencias, sobre lo que somos y hacemos posible, sobre lo que late dentro de nosotros y nos empuja adelante.

Con mi libertad en la mano prescindo de lo que piensen y de lo que digan, sabiendo que estoy en camino correcto hasta que se demuestre lo contrario. Decido... rápida, sutilmente, con el corazón alerta y el alma en vilo, sabiendo que existen los errores y los aciertos. Tomo opciones y las mantengo libremente, pese a todo.

Desde mi libertad creo firmemente en lo que hago, aunque frente a mí vea obstáculos considerados insalvables... ¿para quién?. Ni soy valiente ni soy infalible, creo más bien en mi temeridad y en mi orgullo, y sé que esas cosas tienen precio, que a veces ese precio es muy alto, que se llena el cuerpo de miedo pero que lo más importante es esa sensación de saberse sola ante lo que puedes decidir.

Es ante lo que siento, que me rindo. Es ante lo que no puedo negarme a mí misma. Desde mi libertad escojo quizá lo que me hunda, pero será lo mío. Pienso, cerrando los ojos, dónde está mi felicidad, dónde mi paz... veo más allá de mi propio interior, vuelo por los cielos del mundo, navego por mares desconocidos buscando el objetivo donde pueda posar la mirada.

Desde mi libertad, busco sueños que quizá no estén nunca a mi alcance, pero no desistiré si en el camino encuentro la felicidad de ser yo misma, de hacer sin dar cuentas a nadie, de seguir adelante hasta caer o llegar a la meta.

Isabel
¿Serás capaz de invocar a todas las fuerzas del Universo para que se confabulen contigo ayudándote a encontrar lo que buscas? ¿Hallarás maneras de volver hacia ti la mirada de la fortuna? ¿Sabrás descubrir el secreto de la felicidad escondida?

Todos somos capaces de hacerlo, todos llevamos dentro nuestro don, la fuerza que nos lleva a conseguir lo que parece imposible. Podemos llamar a las energías más impensables atrayendo, como un agujero negro, la luz .

Porque somos portadores de voluntades y de lucha, de poderes inexplicables que nos envuelven y que nos salvan. Llevamos en el alma y en la mente armas con las que vencer los desánimos y las frustraciones, con las que acallar las quejas del día a día. Tenemos el pensamiento para dirigir la mirada hacia todo lo positivo, para ver en cada detalle que nos rodea qué parte es la que ilumina y cuál la que nos ciega.
Y tenemos corazón para sentir que aún podemos más... que enfrentarse a momentos duros fortalece el ánimo con sólo pensar que hay algo que los reblandece.

La sonrisa, la mirada de frente, la que busca más allá de la oscuridad esa luz que, aún lejana, es nuestra. Somos imanes que atraemos maravillas con el deseo, la voluntad y el esfuerzo, imanes de otras miradas, de otras bocas que sonríen a la vida, a lo bueno y a lo malo, tenaces y valientes, atentas a la lucha y sin ánimo de perder. Y si se pierde, porque la vida nunca sabes lo que te depara, se vuelve de nuevo a la lucha con la esperanza en alto.

Vibra, siente, emociónate hasta con lo más pequeño, no te escondas de la lluvia porque las gotas frías limpian los ojos del alma, ni del sol porque calienta los corazónes de hielo.

Imanes de lo positivo, pensamientos en el cielo, sonrisas en mares de lágrimas... alegrías y tristezas de las que se aprende. Vasos medio llenos de océanos casi vacíos, siempre más, siempre hay luz tras la oscuridad.

You are a magnet...
Isabel
Aún estoy ociosa. Mis vacaciones cortas, pero extraordinariamente calmadas, me permiten tener tiempo para esas pequeñas cosas en que habitualmente ni pienso. Como el cajón de mi mesita de noche.

Últimamente me daba cuenta de que costaba cerrar cuando sacaba algo, y hoy me decidí a ver qué era todo aquello que ocupaba un espacio tan aparentemente pequeño.

Ha sido un viaje en el tiempo. Abrir y vaciar el cajón ha supuesto destapar aires de nostalgia, de pasados felices, menos felices, momentos de amor, de vida. Ha sido una hora de rememorar, de leer cartas antiguas, ver fotos que ya no recordaba, volver a vivir a pequeña escala instantes deliciosos.

Tiempo de derramar alguna lágrima al ver el rostro de mi hijo mayor, entonces recién nacido, en aquella fotografía... qué enfadado estaba entonces, con lo alegre y bueno que es hoy, quince años más tarde.

Mi primer viaje a Madrid, con mi entonces esposo, tan jóvenes ambos, sin saber todo lo que nos iba a pasar después. Tuvimos momentos felices que ya se fueron, no puedo mirarle sin pensar que queda el cariño de fondo, pese a los días pésimos. No hay rencores, no hay dolor, ya no.

Cartas de amigos, de alumnos, pequeños regalos con dedicatoria, aquellos pendientes que pensé que había perdido. Cosas de Túnez, la libreta de Marruecos, mi libreta de apuntes... la libreta extranjera que un día llegó dentro de una maleta procedente del otro lado del mar.

Sus cartas, su letra, sus palabras de amor... sus fotografías, con el cabello corto aún. Ha cambiado en este tiempo. Fecha de 2005, ya hace tres años de aquello. No puedo evitar mirarle con el mismo sentimiento, no puedo apartar mis ojos de los suyos, impresos en el papel.

Remover en mi cajón ha sido hacerlo en mi interior. Hoy hay mucha vida en él, la que he creado, disfrutado, abrazado, recordado. Por cierto... al final no he tirado nada.
Isabel
Cuando fui a ver la película, esta expresión ya tenía significado propio para mí.
Una vez, hace años, la utilicé por primera vez para tomar una decisión que parecía no tener consecuencias, un tanto infantil incluso, pero que ha cambiado totalmente mi vida desde entonces. Su significado es claro: o lo hago ahora o quizá no vuelva a surgir la oportunidad. O entro en acción o me pierdo en elucubraciones y en disertaciones conmigo misma que harán pasar el tiempo sin decidirme.

Tomar decisiones es importante para mí, saber el momento oportuno es todo un arte. Aprender a equivocarte sin pestañear y seguir tomándolas, eso supera a lo que soy capaz de conseguir, aunque me acerco.

Sé ver el instante en que algo especial pasa por mi lado... será lo que llamamos intuición. Cuando ese momento aparece a nuestro lado, es importante cazarlo al vuelo, olvidar los miedos, sopesar hasta cuánto puede afectar a todo lo que nos rodea y elegir, en tiempo récord, porque la oportunidad llega y pronto se va.

Crear una lista de sueños por cumplir no es lo mío... quizá porque si algo llevo muy dentro es cumplirlos a medida que los deseo. No consiste en pretender lo imposible, ni lo no factible. No consiste en perder la cabeza y arrojar la sensatez a la basura. Consiste en atrapar instantes de realidades posibles y llevarlos a la acción.

En mi lista de sueños cumplo poco a poco todo lo que imagino... mi bautismo submarino, uno de los momentos más bellos de mi vida, rodeada del silencio y la paz del fondo del mar. El viaje en globo, donde ni el frío terrible ni la hora tan temprana me hicieron desistir de la increíble experiencia de ver el mundo desde lo alto, como los mismos pájaros. Mis idas y venidas por el mundo, observando y conociendo, teniendo otras ideas sobre personas y culturas. Y tantas otras pequeñas y grandes cosas...

Aún me quedan cosas por hacer, quizá las más complicadas, pero no desisto, no me rindo, sólo espero la oportunidad adecuada, el instante preciso en que mi corazón diga otra vez : -Ahora o nunca.
Isabel
Verbo conjugado, arena que se escapa de las manos, tres tiempos para una vida.

Pasado... que ya no es, que una vez fue y queda en la memoria, guardado entre recuerdos e imágenes que cada vez son más borrosas, pero a las que me aferro con uñas y dientes para que no desaparezcan. El pasado deja de existir en el mismo momento en que termina de suceder, pero deja sus huellas; las de los segundos que enseñaron a vivir, las del amor, del dolor, de las risas y del llanto, el aprendizaje y la madurez. Deja en los oídos el susurro perenne del viento, los colores que jamás volverán a la retina, las fragancias que nos devolverán otros momentos, el mirar atrás con limpieza, con el ánimo tibio del que retiene la historia.


Presente... lo que es ahora, lo que vivo en este instante. Segundo retenido durante el mismo segundo, momento para aprovechar íntegro, antes de que se convierta en recuerdo. Tomo el tiempo y lo convierto en acción, medito como parte de ella, sólo para transformar el pensamiento en algo tangible. O simplemente, dejo que el pensamiento tome forma en mí, sea parte de mí. Lo instantáneo, el Ya, el grito en el momento en que se siente, la lágrima en el momento en que se vive, la risa en el instante en que emerge.


Futuro... que no existe, por-venir. Lo que tiene que llegar y no se sabe, lo que se presiente, en lo que se trabaja, en lo que se cree. Aquello que aún no se ha escrito y tomará forma, lo que no se ha sentido más que en la imaginación. Y se lucha, y se envuelve en profunda intensidad para que se concrete. Se espera, se sueña, se ilumina con la luz de la fe.


Tomo agua con mis manos, la dejo fluir lentamente, se escapa como el mismo tiempo, pero ha sido, es y será. Miro mi pasado, vivo mi presente y espero mi futuro... sin prisas, sin pausa. No miro atrás pero valoro lo que he dejado. Busco caminos que me lleven adelante y los recorro sin perder de vista los obstáculos. Cuando todo se haya vencido, tendré el futuro en mis manos, que será hermoso presente un día para recordar cuando haya pasado.
Isabel
De noche. Cansada, una semana terrible. No quiero pensar en nada ahora, en nada de lo que ha de venir en estos días, en lo que tengo que hacer, en obligaciones, en problemas.
Tarde en soledad, bendita sea muchas veces, hoy es una de ellas. A medida que se puso el sol dejé ir la luz, me quité los zapatos y bailé... bailé como hacía tiempo que no recordaba, me dejé llevar por la música y por mis pies sin pensar en nada, sólo abrazando el aire que me rodeaba.
Sonidos que embriagan los sentidos, a los que no permito ni siquiera devolverme recuerdos, hoy no, ni buenos ni malos, nada que no sea el momento.
Me detengo tras Mary Wells y su precioso "You beat me to the punch"... sigo enamorada, para qué lo voy a negar. Qué más da el tiempo, los pesares y el pasado, si es lo que llevo dentro. Cuando el cuerpo parece que no aguanta es cuando encuentra de nuevo las fuerzas para seguir bailando...
Pequeñas luces en la oscuridad; es lo único que me hace falta. No es necesario ver aquello en lo que se cree, ni lo que se escucha. Simplemente está, es certeza e ilumina los pasos.

Suena John Lee Hoocker... "The healer"... sensación de plenitud cuando abro los brazos para recoger el sonido de la guitarra, cuando me dominan las notas y me embarga la pasión. Me devuelve imágenes de ensueño, me envuelve en esa calma sensual de noches de luna.
Si me ve alguien pensará que estoy loca... que lo piensen, llevan tanto tiempo haciéndolo que hasta se lo deben de haber creído, pero yo sé que hago lo que deseo, que vivo como lo siento, que amo como pretendo y que lo demás no importa.


Isabel

Hace un tiempo que pasé la mitad de mi vida. Ese momento en que muchos piensan que sobreviene una crisis existencial, un cambio que marca.

Para mí sí hubieron cambios; de los que hieren, de los que enseñan. Cambios de los que te hacen pensar, que te dejan sintiendo que no te reconoces. Llegaron días en los que no era yo, no había yo. Todo sucedía como el una película en la que actuaba como se suponía que debía hacerlo ante los demás. Me sentí tan inmersa en la sociedad, tan parte de una masa que no sabía de dónde había salido... de repente, fue como si una luz iluminase el oscuro destino que me esperaba, un destino que muchos envidian, que incluso otros añoran. Pero no podía con mi propia mirada, no aguantaba las ideas que me rondaban... mis deseos de huída, de encuentro, de otro tipo de felicidad.

Así acabé con muchas cosas que me ataban a un mundo que no era mío, me atreví a lo insoportable para la mayoría, dejé atrás seguridad y calma, buscando ni yo sé qué.

Detrás del cristal de los cuarenta años encontré un mundo nuevo, muchas veces hostil, otras lleno de vida. Encontré el amor verdadero, y también el dolor de lo imposible. La independencia que me convertía en única donde me movía, que me daba libertad para elegir, para pensar, para decidir, pese a tanto, pese a todos.

Encontré trabajo duro, fuerzas para levantar la casa que yo misma había derruído, para levantar el alma que yo misma había construído. Noches de soledad a cambio de mis propios pensamientos; días de silencio a cambio de libertad de criterio. Lágrimas calladas a cambio de logros en solitario... victorias impensables frente a derrotas ya sabidas.

¿Fue una crisis? Dicen desde fuera que sí, que aún existe. Yo pienso que no, que sólo es un cambio, una simple decisión. Fue sólo la rebeldía que aún quedaba de una juventud donde no fui yo, donde mi razón negaba lo que mi corazón pedía.

¿Es mejor lo que tengo ahora? Es mejor lo que siento, lo que he entregado arriesgando a conciencia y sabiendo que lo perdía todo... mi riesgo, mi pérdida, mi renacer. Es mejor lo que cada día aprendo, lo que observo en esos mundos a cuyo seno me acompañan mi maleta, mi libreta y la música. Mejor lo que puedo enseñar a mis hijos, a los de otros, a vosotros.

No he pasado una crisis. Es lo que madura quien ha vivido más de cuarenta, con experiencias y con ganas de saber, con ganas de amar, con ganas de tener.