Baile de notas sobre fondo estrellado.
Ritmos melancólicos en tonalidad menor.
Un sitar desgrana ondas que conmueven lo más profundo del alma... más tarde, la voz solitaria de la joven india golpea en mi mente y me transporta de nuevo al templo. Ojos cerrados, pies descalzos, olor a inciensos, mantras susurrados a través del paso de los tiempos.
Música.
Vehículo que surca los espacios.
Gotas de lluvia y cantos de pájaros, selva húmeda, cálida, atrapada en los ritmos monótonos de la percusión de nuestros ancestros. Agua regalada por los dioses ante la belleza salvaje de sus sonidos.
Ruidos repentinos con cadencia propia.
Cristales rotos, el despertador que suena, un cuchillo que cae, gemidos nocturnos del amor... haciendo música.
Miedo, deseo, origen, retorno. Sudor, lágrimas, lluvia, silencio. Sensaciones escritas en fusas y corcheas, en una danza vertiginosa dentro del pentagrama de la vida.