Hoy tengo el día de fiesta. En mi ciudad todo está tranquilo y da gusto pasear lentamente bajo la arboleda. Paseo y pienso... esos momentos en que me gustaría no saber pensar para no tener que volver sobre lo mismo. Reflexiono sobre la condición humana, sobre nuestra complicada psicología que nos hace caer en errores a veces muy graves.
Me detengo en el apartado de las ilusiones. Y es que todo a mi alrededor está igual de precioso que hace unos pocos años, cuando paseaba por los mismos lugares y meditaba sobre un futuro que parecía hermoso y prometedor.
Ilusiones que rondaban mi cabeza, posibilidades certeras que sólo faltaba concretar, y mientras tomaban forma en mi mente. Podía cerrar los ojos y ver, oir, tocar, sentir... y así construía castillos en el aire, como hacemos todos cuando la vida te da oportunidades únicas.
Mis castillos eran tan reales que tenían olor propio. Los elevaba con delicadeza, con detalle, con precisión arquitectónica y los alimentaba de esperanzas.
Ahora me doy cuenta de lo que le faltaba a mis castillos: el suelo firme, los cimientos sólidos, la pura y dura realidad. No se empieza construyendo por el tejado, las bases son lo importante, en ese feo hormigón color oscuro. Al final cayeron, como es de lógica, y me aplastaron debajo con todo el peso de esas mismas ilusiones rotas.
Hoy paseaba entre las ruinas y pensaba que necesito limpiar el terreno. El cielo está sereno y azul, el suelo se calienta lentamente con el sol de primavera, tengo todo el horizonte vacío de ilusiones pero al menos lo tengo ante mí. No construyo más en lo alto, ahora sólo miro hacia abajo para ver la textura de la tierra y comprobar que, el día que eche cimientos, serán lo suficientemente fuertes para sostenerme.
Construiremos nuevos castillos en el aire llenos de ilusiones, daremos vida a otros sueños que surgirán en el horizonte.
Isabel, cuando la razón escribe enmudece el corazón, no lo amordaces, con el tiempo volverá a cantar bellas melodías de amor.
Sin prisa pero sin pausa, limpiando la tierra de la mala hierba y dejando que parte de esas ruinas den más firmeza al suelo que pisas.
Es un lujo leerte, me sentí paseando junto a ti.
Mi más cariñoso abrazo, construye firme y muy alto, tu puedes¡¡¡
Lee dos veces la frase de Ana: "cuando la razón escribe enmudece el corazón". ¡Cuántas veces tendrán que decírnoslo!
Yo no estoy seguro de que tus castillos fueran "en el aire". Los castillos de la vida son así... unos cuajan y otros no, pero si te entretienes en sus cimientos grises, puede que no consigas la hermosura que deseas en ellos, porque se manchan con ese gris exagerado.
No renuncies a las ilusiones en tu horizonte, aunque no puedas concretarlas... si tienes ganas, ilusión y fe, ya se concretarán cuando te encuentren con las manos abiertas.
No corras el riesgo de quedarte en los cimientos, es preferible estar en las almenas, aunque alguna vez te caigas.
Un abrazo.
Isabel, vendrán días, han de venir dónde los Castillos se construyan más altos aún y ni el miedo ni la inmpotencia evitarán que soñemos en habitarlos eternamente.
Compañera de reflexiones, dejemos la puerta abierta a la esperanza, al optimismo, al amor en todas sus facetas.
Un cariñoso abrazo y gracias por tus comentarios en mi blog, siempre tan cercanos y cálidos.
Mucha suerte, la felicidad volverá sin avisar.