El crepúsculo en Madrid se me ha hecho delicioso. A medida que el sol caía y los edificios tomaban ese cálido color dorado que lo embellecía todo, me daba cuenta del manto de suavidad que envolvía hasta mi alma. Y es que en aquellos momentos todo se contagiaba.
El ambiente tranquilo, la paz de los paseantes, la quietud de la misma historia... todo parecía más hermoso de lo que era. He de confesar que el fin de semana en Madrid me devolvió sensaciones, emociones, modos de ver las cosas y también a las personas.
Miradas amables, incluso palabras y sonrisas de desconocidos que daba la impresión que sólo deseaban agradar a quien, como yo, miraba las cosas con la sopresa de la primera vez, todo y que no era así.
Siempre me gustaron las grandes ciudades porque es más dificíl entrever esa parte de Naturaleza que a veces incluso reflejan los ventanales de los edificios y, sin embargo, cuando lo consigues, el esplendor y la luz lo dominan todo, te llenan el corazón y te hacen un poquito más feliz.
Si, es cierto, a mi me encanta perderme en las aceras que a veces parece que nunca acabaran viendo pasar los edificios mientras languidece la tarde llenandolo todo de ocres imposibles......
Me encanta, soy un ser urbano, pero es que la belleza puede sugir en cualquier recodo, al rodear la esquina siguiente....
Un delicioso crepúsculo y más aún tu mirada contemplándolo. Me alegra de corazón leerte con ese sosiego. Dicen que "de Madrid al cielo", tu post así lo refleja.
Un cariñoso abrazo, tus letras me dejan un poquito más feliz. Besos.
Gracias a ambos por compartir estos momentos íntimos conmigo. Siento que poco a poco puedo mirar y ver más allá... esa sensación me encanta.