... será el último día de un año que recordaré siempre. Un año que empezó incierto, lleno de dudas, que poco a poco, y a medida que pasaban los meses, se fue oscureciendo hasta terminar en esa nada que perturba y te vuelve otra.
365 días llenos de actividad, de ir y venir entre felicidades inimaginadas y los fracasos más sonados. Ha sido el año en que reconocí por fin mi derrota, en que los dados se lanzaron definitivamente y perdí todo lo apostado, que había sido tanto como para volverse loca.
También en él he encontrado alivio... dicen que Dios aprieta, pero no ahoga. Y a cambio de la oscuridad, encontré la luz que me dieron gentes de otros lugares, otros paisajes que me hablaban de otra vida, de otra clase de sonrisa, de otro tipo de miradas.
A cambio me dió recompensas en mis hijos, que crecen llenos de ilusiones y de visión de futuro, con ganas de llegar a donde ese mar embravecido en el que todos navegamos quiera llevarles... sin miedos. Les enseñó a no tenerlo la más miedosa de las personas, su propia madre, que aún envuelta en pánico y angustia se las arregló para no demostrarlo delante de ellos.
Ha sido el año de la música, de los premios, de los logros profesionales y de la Amistad por excelencia. Todo ha parecido confabularse en este 2007 para hacerme más liviana la pena del amor desaparecido.
¿Qué se pesa en la balanza de la vida? ¿Es justo andar penando por una parte de lo que llevas? ¿Puede compararse lo que se te da a lo que se te quita?
Sería quizá injusto intentar medirlo, ni siquiera intentar rebelarse contra un destino que se marcó hace tiempo. Lo perdido, perdido está. Lo encontrado, bienvenido sea. Lo que tenga que venir este año, lo enfrentaré como buenamente pueda.
Mañana comienza un nuevo año, a las doce en punto de la noche comeremos uvas, gritaremos millones de "¡¡Feliz año nuevo!!" que resonarán en casi todo el mundo, beberemos litros de cava deseándonos lo mejor, como llevamos días haciendo. Porque lo sentimos así, porque realmente deseo lo mejor, porque lo que se llevó este año que termina no quiero que se lo quite a nadie.
Y porque me gusta el cosquilleo que se siente cuando miras adelante y no ves más allá de tus ojos miopes... ¿a dónde me llevará esta vez?. La curiosidad del caminante que sigue buscando, que sigue posando su mirada en lejanos horizontes.