Sé que todo va a cambiar. No me preguntes cómo, ni cuándo, ni por qué; va a hacerlo y va a ser rápido y contundente.
Y no es sólo porque me lo hayan dicho de la manera más convincente posible, es porque lo presiento. Y estoy entre la ilusión y el pánico.
Los cambios espantan... será que más vale malo conocido. A mí me han dado siempre un miedo especial, quizá porque no he tenido una gran necesidad de ellos. Pero ahora es el momento.
Quiero una vida diferente, no en la forma, sino en el fondo. Quiero mi derecho a una sonrisa perpetua, a una libertad sin límites, a amar sin sentirme culpable, a hablar sin miedo.
Quiero quejarme con razones, pedir con todo el derecho, no temer consecuencias ni huir con mis secretos.
Quiero gritar, sentir, hablar, reir, y llorar, también, que ni siquiera sé cuándo fue la última vez que alargué un poco más mi vida a base de tristeza. Quiero también eso.
Demostrar lo que valgo, lo que soy, lo que tengo, lo que doy. Que me den, reivindico mi derecho a ser querida hasta las últimas consecuencias.
Deseo que no crean que pido locuras, que ni siquiera me importe lo que digan; quiero ir con la cabeza alta, hasta cuando lleno el vaso de los errores y se me desborda sobre la piel.
Quiero un desnudo integral de mi alma, y que mis caminos tortuosos se conviertan en suaves senderos sin piedras, sin espinas.
Quiero cambios.