Cuando comienzo una nueva tutoría me cuesta pensar que lo que primero tengo que enseñarles, antes de las ecuaciones y de la trigonometría, es a pedir las cosas por favor, a pedir perdón y, sobre todo, a dar las gracias. Cosas básicas para la convivencia y que parecen perdidas en el tiempo o pasadas de moda, que deberían aprender en casa pero que quizá todos tenemos algo olvidadas.
Sin embargo, qué hermoso es el agradecimiento... para quien lo da y para quien lo recibe. Sentimiento que une, que apacigua, que llena de sonrisa hasta el rostro más huraño. Cuántas veces deberíamos dar las gracias, no sólo a todo aquel que nos regala su tiempo, su favor, sus palabras o sus gestos. Gracias a todas esas pequeñas cosas que se presentan ante los ojos casi invisibles para hacernos la vida un poco mejor:
Una palabra amable, una distinción, un silencio en el momento oportuno, un rayo de sol. El agua que nos falta, la luz que nos alumbra, el calor del verano. La persona que te ama, la que te piensa, la que te ayuda cuando flaqueas. El padre y el hermano, el hijo hermoso, el amigo que está lejos o el que tienes al lado.
El pan que te alimenta, la cama en que descansas, las palabras de amor o de tristeza, la música melancólica y la que atrapa. Los libros, la tierra, el mundo, la vida... esa ducha caliente sobre los músculos cansados, o la sonrisa a tiempo cuando el alma se vacía.
Poder ver, poder oir, tener ánimos para mantenerte en pie. Saber que siempre hay algo, aún en los peores momentos, en las peores circustancias, que se puede agradecer.
Incluso aquí, en este mundo virtual donde todo es real aunque nada lo parece... ese cariño sincero, esas letras embargadas de emociones, el regalo de lecturas de unas vidas que comparten y que enseñan. No hay palabras suficientes para tanto agradecimiento, para homenajes como templos a personas y sentimientos.
En estos días, Cálida Brisa y Paco se han encargado de llenarme la vitrina con más premios. Darles las gracias por ellos no es bastante; tanto a los dos como a quienes visitáis mi blog, os agradezco el detalle de la presencia, la belleza de las palabras, el aporte que hacéis a mi vida. No sé cómo repartir estos premios, así que cada uno que vaya entrando, que se sirva de los que quiera. Merecéis mucho más que eso.
Y para ti, donde quiera que estés, nunca tendré vida suficiente para expresar lo que te agradezco que hayas estado en ella. Pese a todos, pese a todo, me has enseñado lo mejor de la vida, lo mejor de mí misma. Gracias por todo, gracias por ti.