Isabel
Yoko Ono, artista muy variada, recopiló una serie de poemas-instrucciones para que el lector crease en su mente su propia obra de arte. Los poemas instruccionales se pueden adaptar de manera personal para crear un estilo de vida propio. Tienen algo parecido a los haiku... no riman, son más bien descriptivos y, en este caso, ni siquiera hay una métrica a la que acogerse. Pero, en mi caso concreto, definen una manera de ver y sentir la vida. Os dejo unos cuantos propios, acompañados de una bella canción que tiene un gran significado para mí.

Mírate en el espejo de la verdad.
Soporta tu mirada interior.
No temas al fantasma de ti mismo.
Huye de la calidez de las palabras vanas.
Juega con el tiempo al escondite... y gana.
Nada contracorriente en mares de dudas.
Sonríe en los días en que llueve el alma.
Regálate un segundo; o mejor, dos.
Invítate a tomar un té en soledad.
Adorna las paredes con rayos de luna.
Abre las puertas de tu mente y deja entrar palabras que alimenten.
Abre las puertas de tu corazón y deja que me quede.
Abre las puertas de tu alma y fúndete conmigo.
Ríe como niño, juega como hombre.
Inspírate de nuevo cada día.


Isabel
Da vueltas mi mente en esta noche, como en muchas otras. De nuevo las ganas imperiosas de huir, la incomodidad, la búsqueda el equilibrio entre la vida "normal" y las profundidades.

En un cajón duermen los billetes para India. Lo conseguí. Intento no pensar en ello, como en muchas otras cosas... parece que si no pienso, no existen, aunque no sea verdad porque siguen pesando o latiendo.

Esta vez mi huída hacia adelante me lleva lejos, muy lejos, más lejos de lo que nunca estuve... me estoy animando demasiado, estoy desafiándome excesivamente y no sé cuándo se romperá la cuerda invisible que me ata a mi mundo.
Busco en Oriente lo que sé que aquí no existe, y sé que allí encontraré otro tipo de miserias, pero quizá no las del alma, como en este lugar. Ando cansada de mirar a mi alrededor y no ver nada, de la asepsia de las calles, de la sociedad. De la pulcritud de las formas, de la maravilla del diseño.

Inquietud que me asalta en las madrugadas de una Barcelona tranquila, paseando por las largas avenidas mientras la luna compite con el alumbrado público y las bicicletas silenciosas descansan en las aceras.

Y me quiero ir. Como siempre. Nunca estoy conforme con lo que tengo, siempre pretendo más, o menos, o distinto, o desigual... sigue la búsqueda de sensaciones que se mimeticen conmigo, en lugares donde el hombre se sienta muy atrás en el tiempo, hundido en las raíces milenarias de costumbres imposibles de entender.

Me abandono a los acontecimientos que dirigen esta vida mía, tan cercana a la normalidad plástica de la sociedad occidental, tan lejana en pensamiento, tan inconformista con todo, tan sumisa a la vez. Tan lejos de mis propios deseos, de las expectativas que flotan en el aire que me rodea.

Lejos, lejos... mi mente siempre lejos... ¿qué quiero? Quiero. Te quiero de lejos. Y como no tengo, huyo, busco, te encuentro, te gano, te pierdo... ¿hasta cuándo? Cuento. Los días y los años, los momentos. Tiempo, pasa el tiempo. Cuánto tiempo... no lo pienso, sólo vivo, sólo siento.




Isabel
De todo lo que he estudiado y aprendido sobre emociones, lo que más me ha llamado la atención ha sido lo limitadas que son. Hay relativamente pocas, concretas, se pueden nombrar y distinguir; las positivas y las negativas, del miedo a la ira, del amor a los celos, del orgullo a la inquietud. Dicen que es muy importante saber nombrarlas... supongo que en cierto modo, reconocer y nombrar una emoción negativa corresponde a exorcizarla, mientras que en una positiva correspondería a atraerla. Como en los cuentos.

Cuando somos adolescentes nos cuesta mucho definir los estados emocionales en los que nos encontramos. El típico: -¿Qué te pasa? -No lo sé. Cuando el tiempo transcurre sí lo sabemos, porque nuestras emociones reflejan el acontecer de nuestros momentos, los errores y aciertos, los fracasos y victorias, y a fuerza de vivirlas las reconocemos y las hacemos nuestras, con nombre y a veces apellidos.

Sé definir mis emociones la mayoría de las veces, pero también sé que empecé a estudiar música porque en ocasiones no consigo un nombre adecuado para el modo en que me siento. Y no porque no sepa en qué lugar, sino que los sentimientos se entremezclan de tal manera que no soy capaz de definirme como, por ejemplo, ansiosaimpacientenfadada o como irónicalegrecómica... demasiado poco concreto.

En esos momentos, prefiero elegir la música que me defina. Es ella la que expresa mi estado de ánimo, el amasijo de emociones que me penetran y me envuelven. En un vaivén complejo de sentires, sin nombre exacto, conmocionando mi mente y mi alma. Encuentro en esos momentos el tema que me dice: -Ahí estás tú, esa eres ahora.

Y ésta soy en este preciso instante, en este día de abril en que luce el sol y el aire es frío, y mi corazón ni sabe ya dónde está:



Poco más de un minuto lleno de emociones encontradas... no sé describirlas con exactitud. Calma, paz, cierta tristeza, pesadez en el alma, una pizca de angustia, otra de deseo. Inquietud, prisa, un ahora, un no puede ser, un espera, un quizá... simplemente minuto y medio de vibrar por dentro, una vez más, sin que nada lo defina más que la misma música.

Isabel
Cuando comienzo una nueva tutoría me cuesta pensar que lo que primero tengo que enseñarles, antes de las ecuaciones y de la trigonometría, es a pedir las cosas por favor, a pedir perdón y, sobre todo, a dar las gracias. Cosas básicas para la convivencia y que parecen perdidas en el tiempo o pasadas de moda, que deberían aprender en casa pero que quizá todos tenemos algo olvidadas.

Sin embargo, qué hermoso es el agradecimiento... para quien lo da y para quien lo recibe. Sentimiento que une, que apacigua, que llena de sonrisa hasta el rostro más huraño. Cuántas veces deberíamos dar las gracias, no sólo a todo aquel que nos regala su tiempo, su favor, sus palabras o sus gestos. Gracias a todas esas pequeñas cosas que se presentan ante los ojos casi invisibles para hacernos la vida un poco mejor:
Una palabra amable, una distinción, un silencio en el momento oportuno, un rayo de sol. El agua que nos falta, la luz que nos alumbra, el calor del verano. La persona que te ama, la que te piensa, la que te ayuda cuando flaqueas. El padre y el hermano, el hijo hermoso, el amigo que está lejos o el que tienes al lado.

El pan que te alimenta, la cama en que descansas, las palabras de amor o de tristeza, la música melancólica y la que atrapa. Los libros, la tierra, el mundo, la vida... esa ducha caliente sobre los músculos cansados, o la sonrisa a tiempo cuando el alma se vacía.

Poder ver, poder oir, tener ánimos para mantenerte en pie. Saber que siempre hay algo, aún en los peores momentos, en las peores circustancias, que se puede agradecer.

Incluso aquí, en este mundo virtual donde todo es real aunque nada lo parece... ese cariño sincero, esas letras embargadas de emociones, el regalo de lecturas de unas vidas que comparten y que enseñan. No hay palabras suficientes para tanto agradecimiento, para homenajes como templos a personas y sentimientos.

En estos días, Cálida Brisa y Paco se han encargado de llenarme la vitrina con más premios. Darles las gracias por ellos no es bastante; tanto a los dos como a quienes visitáis mi blog, os agradezco el detalle de la presencia, la belleza de las palabras, el aporte que hacéis a mi vida. No sé cómo repartir estos premios, así que cada uno que vaya entrando, que se sirva de los que quiera. Merecéis mucho más que eso.
Y para ti, donde quiera que estés, nunca tendré vida suficiente para expresar lo que te agradezco que hayas estado en ella. Pese a todos, pese a todo, me has enseñado lo mejor de la vida, lo mejor de mí misma. Gracias por todo, gracias por ti.













Isabel
¿Por qué van tan ligados los días grises con mi ánimo? ¿Por qué tengo que luchar contra la sensación de pesadez que me persigue?.
Me conozco demasiado. Cuando el sol desaparece, lo hace también mi modo optimista de ver las cosas y surge esa parte de mí que me incomoda porque cuesta de controlar. Pero hoy es uno de esos días en que no deseo que mis ojos me devuelvan el mismo color de las nubes, en que no quiero que la tormenta de mi vida se mimetice con la del cielo.
Hoy prefiero rebelarme contra mis pozos profundos y pensar sólo en las pequeñas felicidades. Pienso en mi intensidad... en todas las cosas que me definen y que reprimo, en todo lo que escondo bajo la suela de mis zapatos para que no duela... y no es buen negocio, porque todo lo que silencio se me queda en los pliegues del alma.
Quisera poder gritar, salir a la calle y desahogar tantas cosas. Quisiera pintar de reivindicaciones los mismos interrogantes que me plantea mi estado. Quejarme en voz alta, pedir cuentas, suplicar explicaciones de por qué tengo que ocultarme tras la mirada del orgullo, la dignidad a veces mal entendida que me impide apasionarme a la luz del día, demostrar que tengo sobradas razones para ser querida.
Me encantaría que este Yo que vive dentro, que es capaz de las mayores locuras, de los mejores poemas, de las más bellas melodías, saliese más del caparazón y abrazase las cosas como si fuera la primera vez que las viera. Me falta el sol, quizá. Me falta creer que las nubes no son mi espíritu, que el gris no es el color de mis días grises, que los días en sepia pueden dejarme sabores nostálgicos de dulzura y pasión.
Echo de menos compartir, abrazar, emocionarme, en estos días en que pesan monotonías que no siento mías. ¿Qué siento mío?
Me rebelo a preguntarme todo lo que me abruma, a no ver que el sol me espera tras las nubes; sé que la tempestad trae el agua que nos alivia, que los días y las noches se suceden, que el negro y el blanco se complementan, que tú y yo somos.
Ave de paso
lejana te mantienes
de mi regazo
Isabel
Primera hora.
En la Avenida Río de Janeiro verdean las hojas de los olivos con los primeros rayos del sol. Me gusta mirar la hierba los martes que toca riego... el efecto espejo en las gotas le da luminosidad y provoca la primera sonrisa del día. Aún tengo sueño y me sumerjo en la soledad del interior de mi coche, rota por la voz de Peter Gabriel cantando "Selling England by the Pound". Nada parece existir ahí fuera, sólo el inmenso placer de la música invadiendo mi silencio.

Girando a la derecha, las altas palmeras del Paseo Valldaura se agitan con viento ligero. Madres y niños aguardan el autobús de camino al colegio; no duermen lo suficiente y se frotan los ojos, sin darse cuenta de la belleza de la larga calle que se pierde en el horizonte. Suena "Firth of fifth"... se me llena la mente de imágenes. Mi mundo propio dentro del Citröen, con el sol dándome ya en los ojos; nuestro mundo de dos incierto, ideal, imaginado; el que habitaré en unos instantes, en cuanto pare el coche.

Plaza Llucmajor. Mi mente cesa de pensar hacia adentro para preguntarse por un instante qué hace ahí esa escultura moderna inexplicable junto a la estatua de la mujer desnuda que, no sé por qué, me evoca libertad.

Al llegar a Paseo Urrutia se asoman a la ventanilla escenas cotidianas: alumnos conocidos cargando sus mochilas, el autobús del barrio que lleva a alguno de mis compañeros, las "casas baratas" y sus secretos escondidos, que más vale no conocer, las cuestas empinadas que suben hacia la montaña. Y es ahí donde la voz de Gabriel en "Cinema Show" se pierde para dejar paso a mi inquietud diaria: ¿Qué ocurrirá hoy?.

Es hora de volver a la realidad, buscar aparcamiento y repasar mentalmente lo que toca a partir de ese momento. Faltan diez minutos para las ocho de la mañana.

Hierba mojada
sol que ilumina el alba
empieza el día

(Haiku casero)