
Nadie es perfecto, todos nos equivocamos. En la teoría sabemos que los errores tienen sus consecuencias, y también que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra... supongo que es el modo de justificarnos.
Hay instantes en que, movidos por la desesperación, la frustración, el dolor o el desengaño, hacemos o decimos cosas de las que luego nos sentimos terriblemente arrepentidos.
Soy persona de hablar mucho, aunque suela saber lo que digo... eso ya es un primer error. Si mucho hablas, aumentas la probabilidad de equivocarte.
También hay mucha pasión en lo que digo o hago... segundo error, porque si no eres capaz de dominar las pasiones se vuelven contra ti cuando menos lo esperas.
Reconozco que, una vez herida, soy hiriente a la vez. Mi boca dice lo que siento sin pararme a pensar... otro error más. Siempre se piensa antes de hablar, porque las cosas que hieren, una vez dichas, ahí quedan.
No ha sido la primera vez que, dolida o desesperada, he dicho más de lo que debiera o he escrito más de lo que sería aconsejable. Así he perdido no a una, sino a varias personas.
Nadie está hecho para soportar las armas arrojadizas de aquellos que nos hemos sentido a veces estafados por la misma vida. Y lo peor es que el mayor error de todos es no darse cuenta de que el estado en que estamos sumidos cuando nos volvemos rastreros con los otros pasará... que nada es inamovible, que mañana volverás a sonreir y entonces quizá ya no encuentres los amigos ni el amor que antes soportaron tus embates.
No parezco aprender, aunque lentamente y a medida que la vida me regala enseñanzas nuevas y personas a mi alrededor comprensivas y con ánimo dialogante, me doy cuenta de que al menos nunca cometo el que sería el error más grave: no pedir perdón.
Desde aquí deseo pedir perdón a aquellos a los que he herido, incluso a quien no me va a leer jamás. Porque estoy dispuesta a pensar antes de hablar, porque estoy dispuesta a medir mis impulsos, porque ahora la sonrisa me acompaña y no la voy a dejar escapar, porque hay mucha gente que vale la pena tanto como para no desear cometer errores.
A veces el precio es tan alto como el mismo futuro... otras veces, se puede pagar. No deseo perder a aquellos que, como tú, me hacen pensar y me ayudan a vivir.