Isabel
Se acaba de nuevo otro año, esta vez más pacífico que de costumbre, pero no desprovisto de inquietudes y deseos de superar metas.

Hace casi un año que me propuse cambios, en lo personal, en lo laboral, en lo mental y en lo emocional. Unos se cumplen mejor que otros, pero no deja de hervir mi imaginación buscando y deseando encontrar.

Me he sumergido en mi profesión, sacrificando más tiempo por intentar esos cambios que creo necesarios para que estos chicos que tengo delante cada día sean capaces de sentirse diferentes. De momento, funciona.

He tomado más conciencia de mi entorno, de la gente que me rodea, de las necesidades de mi familia, de mis amigos, de las mías propias... un poco de egoísmo sano nunca va mal.
Pero soy demasiado nerviosa para conformarme, demasiado idealista para quedarme estancada en un mundo que, si bien es el mío y así lo acepto y reconozco, no me da las suficientes satisfacciones diarias como para llenarme.

Así que voy a tomar de nuevo la maleta y esta vez me voy de cooperante. Sé que no sólo en el tercer mundo necesitan ayuda. Sé que en este país moderno y eurista hay verdaderos focos de miseria física y mental, pero quizá mis recuerdos de India me reconcomen tanto que necesito traspasar fronteras. Quitarme de encima este bienestar que todo lo compra con dinero, y vestirme de ese otro que todo lo gana con sonrisas o trabajo.

Aún no tengo claro dónde voy: Guatemala, Perú, son los destinos posibles. Sea lo que sea, viajaré de nuevo sin secador de pelo, con pantalón ancho y los pulmones llenos. Un mes más de trabajo diferente, un nuevo mundo más allá del mar. Sueños nuevos para el año nuevo y ganas de comenzar.