Isabel
No. No tengo abandonado mi espacio, ni la gente a la que sigo, ni todo aquello que leo.

Sigo, quizá más en la sombra, la huella de quienes me ayudaron con sus relatos, sus fotos o sus palabras, sus poemas o sus noches, a pasar momentos que quedaron atrás.

Se despiertan las mañanas dulces, envueltas en niebla que flota con esa suavidad que me fortalece. La dulce monotonía de mis días se convierte en la placidez de un orden, de un sentirse a gusto con la vida.

Mi vida como profesora, más llena ahora de lo que estuvo nunca, con proyectos que se multiplican igual que mi ánimo, que me impulsan hacia arriba y me restan tiempo, un tiempo que me sabe a renacer de cosas casi olvidadas.

Mis hijos y mi casa, ahora en reformas, como mi propio corazón. Pintando de color mandarina la pared del despacho y mi propia mirada, cálidos ambos cuando sale el sol, llenos de color cuando se oculta. Entre croquetas sabrosas, caldos y ensaladas de sabores, mujer de delantal y canciones guardadas en los guantes de fregar. Bailando con la escoba si hace falta, después de pelear con el ordenador.

Aprendiendo de nuevo, a diario, como si estuviera empezando una vida escolar desconocida, sorprendida de lo mucho nuevo por descubrir, de lo mucho que me queda por enseñar.
Menos tiempo para volcar aquí mis alegrías, mis sensaciones y vivencias, pero sin dejar de lado lo que me llena... la música, la escritura, la lectura, la poesía.

Días llenos de la dulzura de quien no espera nada y recibe más de lo que imagina... regalo suave de mi vida.
Isabel
Madrugadas oscuras en las que el sueño no llega.
Paseos solitarios por la casa, pasillos fríos con los pies descalzos. La luz de la calle se refleja a través de la ventana entornada; no dan ganas de encender la lámpara, ese brillo que aparece tras el cristal es suficiente para acompañar el insomnio.

No es momento de leer, no es momento de hacer nada, el cuerpo pide poca actividad y la mente se embota moviéndose entre el sueño, el recuerdo, la vida que late tras el alma cansada.

Una copa quizá... y la música. Las notas se desgranan lentamente entre el silencio. La voz, la guitarra lenta y desgarrada, el teclado sensual... eco de sentimientos que se esparcen, curan heridas y acompañan la soledad.

Hace mucho que no quedan lágrimas, hace tiempo que estas noches sólo significan que por dentro te acostumbraste a no dormir. Lo único que penetra en tus sentidos es esa canción, ese modo de decirte que no estás solo... que siempre te acompaña en la distancia alguien que, desde lo profundo de la noche, está viviendo lo mismo que tú. A quien la música mece en sus brazos y hace que, poco a poco, y entre las luces de los coches que de tanto en tanto van y vienen, dejando en el techo su estela de color, se le cierren los ojos y vuelva a dormir, mientras el sol lentamente aparece de nuevo por el horizonte.



Para todos los que, en un momento u otro de la vida, hemos vivido insomnios que parecían eternos. Para aquellos a los que la madrugada les infunde algo más de vida, aunque sea en forma de tristeza.
Isabel
Un visitante llegó y con sus palabras me inspiró este escrito...

Océano que abarca el mundo, que deshace las distancias y detiene el tiempo. Mundo sin fronteras donde no existen obstáculos ni para uno mismo. Así es esta red inmensa, donde viene uno a refugiarse, a perderse, a encontrar o incluso a buscarse.

Mares enteros de palabras que se vierten desde dentro en ejercicios de autoconocimiento, autocomplacencia, autocompasión o incluso autoengaño. Todo eso que nos atrapa, que nos emociona, que nos estrangula el alma o nos inunda de cualquier sentimiento imposible de vaciar.
Lo que nos sume en soledades, en tristezas inconfesables. Lo que nos aleja del halo de superhéroe que nos cubre en nuestro mundo real.

Mares que contienen palabras que nunca serán pronunciadas, llantos que jamás saldrán de nuestros ojos. Cada quién utiliza a su manera la escritura, el bello anonimato de los nicks, la falta de presencia o de censura, el atrevimiento de ser quien es sin miedos.

Lentamente se escapan los sentidos hacia el mar... lentamente se entrecruzan nuestras vidas. Y lo mío es tuyo y lo nuestro, de tantos otros; nos sentimos aquí más humanos que nunca. Cuando veo mi historia en otra historia escrita, cuando siento mis penas en otro corazón, cuando logro la alegría cantando lo que aprendo... o simplemente cuando me doy cuenta de lo poco única que soy, o lo mucho.

Mares de palabras que se vierten en el océano profundo de una red invisible que nos une. Mares que, en lugar de ahogar, desahogan.
Isabel
A veces me pregunto si aún me piensas.
Si, cuando llega la noche, haces un alto en tu frenética actividad y, en esos fugaces momentos, se te pasa por la cabeza que aún existo.

Me pregunto si dentro de tu corazón a veces resucita una vieja brasa que te haga levantar la vista al cielo y suspirar.

Si todavía cierras los ojos un momento y eres capaz de recordar mi acento.

Me pregunto si te queda algo de melancolía cuando escuchas mi nombre en otro rostro de mujer, si despiertas de madrugada y el frío de la soledad te hace recordar el calor de otros días o si, en brazos de otra, puedes imaginar el tacto no palpado de mi piel.

A veces me pregunto si te preguntas qué ha pasado, qué dejamos de hacer o por qué luchamos.

Si no lamentas, en esos instantes en que vuelves a ser tú, el no haber imaginado otras opciones.

Hay veces en que camino por la calle y me pregunto qué harás, a dónde irás...
y me doy cuenta de que soy yo la que no cesa de pensarte.