Sigo, quizá más en la sombra, la huella de quienes me ayudaron con sus relatos, sus fotos o sus palabras, sus poemas o sus noches, a pasar momentos que quedaron atrás.
Se despiertan las mañanas dulces, envueltas en niebla que flota con esa suavidad que me fortalece. La dulce monotonía de mis días se convierte en la placidez de un orden, de un sentirse a gusto con la vida.Mi vida como profesora, más llena ahora de lo que estuvo nunca, con proyectos que se multiplican igual que mi ánimo, que me impulsan hacia arriba y me restan tiempo, un tiempo que me sabe a renacer de cosas casi olvidadas.
Mis hijos y mi casa, ahora en reformas, como mi propio corazón. Pintando de color mandarina la pared del despacho y mi propia mirada, cálidos ambos cuando sale el sol, llenos de color cuando se oculta. Entre croquetas sabrosas, caldos y ensaladas de sabores, mujer de delantal y canciones guardadas en los guantes de fregar. Bailando con la escoba si hace falta, después de pelear con el ordenador.Aprendiendo de nuevo, a diario, como si estuviera empezando una vida escolar desconocida, sorprendida de lo mucho nuevo por descubrir, de lo mucho que me queda por enseñar.
Menos tiempo para volcar aquí mis alegrías, mis sensaciones y vivencias, pero sin dejar de lado lo que me llena... la música, la escritura, la lectura, la poesía.
Días llenos de la dulzura de quien no espera nada y recibe más de lo que imagina... regalo suave de mi vida.