Isabel
Se termina el año, pero no la vida.
Se fueron ilusiones volando con el viento, llevadas a lugares profundos por la marea de la vida, pero no desapareció la esperanza que se mantiene agazapada en los corazones de los que seguimos en el camino.

Las luces de la calle se encendieron, burlando crisis, retando a un final que quizá llegue antes de lo que imaginamos. Final o principio, luz que se mantiene brillando dentro, en lo oscuro del alma inquieta, que acabará por aparecer, exultante y magnífica, a los ojos de todos los que, ciegos aún, ni siquiera miramos.

La gente camina, busca, pierde... quizá su propio Yo, y lo disimula entre comercios, fiestas, ágapes de mil sabores. Esconde su infelicidad y la pinta de Navidad, y acalla su conciencia recién despierta con panderetas y zambombas. Y no sabe que la verdadera música es la que se escucha en el silencio que retumba con la felicidad del día a día.

Que lo importante es tener pan que llevarse a la boca, tener el cariño de los que te rodean, cerrar los ojos y saber que estás en paz con un mundo que no entiendes, pero que es el único que tienes.

Desde dentro enciendo luces, siento magia, creo en todo, miro al cielo.
Desde dentro, la Navidad es otra cosa... es sentir que aún me muevo.
Desde dentro, mi recuerdo a los países que dejé, a la gente que encontré. A aquellos que, por un segundo, miré a los ojos y me dejaron huella. A los niños que me enseñaron a sonreir, a todos vosotros, que me habéis dado un pedacito de alma.

A mis hijos, a mis padres, a mis amigos.... al amor de mi vida, a todo lo que no sé dónde irá a parar a partir de este año que comienza pronto.
Incertidumbres, iluminación, recuerdos, dolor, dicha, sonido, sonrisas, amor. Dentro.



Que florezcamos, aún en tierra yerma. Es mi deseo para todos.

Isabel
¡Cuánta oscuridad en esta mañana que parece noche!
Cómo pesa en el alma la densidad de las nubes, el aire que se enfría en los pulmones, la náusea que atenaza el estómago.
No sé describir este silencio que me envuelve en un tétrico baile, que se burla de mí y cuyo eco sordo y muerto me desvive.
He perdido el sendero, a mis pies sólo siento los cantos afilados de obstáculos que no sé salvar. La ceguera se hace intensa, en mis oídos resuenan sólo palabras deformadas por el tiempo, que hacen estallar los tímpanos. Y les doy la música, para que no duelan, para que no sangren, la música en la que baño los momentos de miedo y de incertidumbre.
Me quedé muda de no hacerme entender; mis palabras, otrora elocuentes y claras, parecen gruñidos de animal salvaje, que no llegan, que chocan con lo que no entiendo.
Los esfuerzos del cuerpo y el alma se agotan lentamente, dejándome los músculos flácidos, inútil el corazón, rota de huesos para afuera.
¡Qué cansancio me produce este negro cielo! Sólo cerrar los ojos... y dormir sin soñar, sin despertar, hasta que vuelva el azul.
Isabel
Creer en lo que no se ve. Sentir a ciegas y, aún así, saber que no te equivocas. Vivir como si vieses, oyeses, tocases, olieses... con certezas.

Todo eso es fe. La que, en este mundo virtual, tienes o no tienes. Es el don de conocer, o de pretender hacerlo. De ser como se es y, mirando más allá, saber que lo que tienes delante es lo mismo que dice ser.
Y cuando eso se hace realidad, no extrañas, no piensas que hubo un "no existe", porque quien está a tu lado es quien imaginabas.

Se configura la mirada, la sonrisa, esos gestos que presentías. Se acomoda la voz y el tamaño, el modo de caminar. El nombre se vuelve imagen; lo escrito, persona. Y no es difícil reir, confesarse, meditar, compartir frases, un té o una copa, incluso otras amistades.

No es de locos la fe en los semejantes, cuando el alma siente que más allá de unas letras existe un corazón que late. Creo en mis intuiciones, que hasta ahora no fallaron. Creo en la gente que me ofrece la verdad, no sólo unas letras muertas. La que siente como siente, la que cree en lo que es cierto, la que vive y deja vivir, y quiere, en serio.

Amistad, amor, sentimientos modernos escondidos tras el ordenador. Pero es tan lícito como un encuentro real, porque no dejamos de ser quienes somos, porque, si no hay doblez en las intenciones, esto no es más que la ventana a nuestro interior.



Estas palabras se han hecho realidad varias veces, doy fe. Vosotros, que me conocéis, ya sabéis que es cierto.

Quiero dedicarlo especialmente a Isabel y a mi Anita rebelde (las dos sabéis por qué). Y a ti, que estás lejos. No puedo negar lo que siento.