Isabel
Desesperado antojo
al mirarme en el espejo.
Descubrirte al otro lado,
imaginar que te siento
acariciando mi imagen
con las yemas de tus dedos.
Tocar el frío cristal
con el calor del recuerdo.
Adivinar tu mirada
tras esos ojos que veo.
Saber que en ellos está
tu reflejo.




"I'll be your mirror"- Velvet Underground & Nico

Isabel
Nacida en los sesenta, aquellos maravillosos años. Convirtieron a la niña fácilmente moldeable en una mujer de su tiempo, con educación y cultura. Grabaron en su mente y en su corazón todo aquello necesario para sobrevivir en un mundo considerado difícil, estereotipado, donde la gente se agolpaba en sociedad y los pensamientos se doblegaban entre políticas y religiones.

Con el tiempo se aprende más, con la experiencia se acumulan viviencias y se llega a la conclusión de que hay barreras que oprimen y ocultan lo que somos: las de esas enseñanzas que fueron puntal un día y que hoy ya no sirven.

Nada es tan complicado como desaprender todo aquello que se quedó dentro, en un rincón de la mente, como letanías impresas a sangre y fuego.

Los hombres no lloran.
Demostrar sensibilidad no es bueno.
Ser como se es te hace vulnerable.
Desconfía por sistema.
Hay que pensar primero en los demás, nunca en uno mismo.
Hemos venido a este mundo a sufrir. Resignación.
Es mejor soportar que quejarse.
No digas lo que piensas.
No hagas lo que quieras.
Sonríe siempre, aunque tengas ganas de gritar.
Que nadie te vea mal, no pidas ayuda... el orgullo, el amor propio...
No hables de amor al hombre, es su papel.
No pidas, ni supliques, ni te arrastres, ni reclames, ni exijas... resignación.

Y tantas, y tantas cosas que conforman caracteres, que silencian emociones, que llenan los ojos de tristeza y el alma de pobreza.

No me resigno, porque no he venido a este mundo a sufrir. No soporto bien el dolor, y sólo lo concedo a quien quiero, pero cuando lo doy, lo siento. No tengo orgullo si persigo lo que amo, no me importa lo que piensen, lo que digan, pero digo lo que pienso esperando que me entiendan. Hago lo que quiero, mientras no dañe a nadie. Lloro y reclamo mis derechos, pido ayuda y la doy cuando se necesita, pienso en mí antes que en nadie... porque nada puedo dar si nada tengo.
Los hombres lloran, y adoro su sensibilidad. Y lloro, y me río, e intento ser feliz a toda costa, agarrándome a las gotas de lluvia y a las hojas caídas del otoño.
Y si amo, lo digo primero. En alto, con ganas, perdiendo o ganando.

Desaprendo poco a poco, pero creo que lo hago.

Isabel
Nada es real, nada que se aleje del AHORA.
Nada es pasado ni futuro. Lo que transcurre a cada instante es lo único que importa, lo único que llena.

Los objetos y momentos que moran con nosotros, desde el amanecer al ocaso, las pequeñeces del día, la hojarasca que me sirve de alfombra en el otoño, que abriga mis pasos y tapa el ensordecedor ruido de la ciudad. El mismo ruido que atiborra los sentidos.

Ese liviano instante que inmortalizaron los poetas del haiku y que dejaron impreso en letras para disfrute de la mente que se entretiene en recordar lo que ya no existe.

A mi alrededor, silencio nocturno. Los restos de la cena en familia, ese libro que contiene versos, la televisión apagada y muda, por fin. Los cacahuetes desparramados sobre la mesa, como parte de un pequeño autorregalo que he disfrutado intensamente. Esta pantalla encendida, las teclas garabateando pensamientos.

Todo lo que compone mi alrededor en los segundos en que poso la mirada me sirve de inspiración para proclamar a los cuatro vientos que amo el instante preciso en el que vivo, aún no sabiendo lo que me espera en el siguiente.
Y deseo ofrecer un humilde homenaje a lo que siento, una pequeña ofrenda a cada momento, en forma de algunos haiku que he aprendido que son el elogio del instante.


Lo que escribo
llena mi corazón
y mi vacío.

Mirando el suelo
piso sobre mis pasos,
de nuevo.

Entre las flores
las abejas se agitan.
Se me parecen.

¡Cuánta belleza!
Ráfagas luminosas
cruzando el cielo.

Briznas de hierba
se mueven ante el viento
como la vida.

Camino en tinta,
renuevo mi corazón
mientras escribo.

Isabel
A veces parece que no podamos vivir en paz. Nuestras mentes bullen y se remueven, llenas de pensamientos que se encadenan, se entremezclan, brillan o nos oscurecen. En soledad o en compañía, hay momentos en que ni siquiera atendemos al presente, nadando en las aguas turbias de lo que nos llena el cerebro. Y así pasamos el tiempo, en un devenir de imaginaciones, de elucubraciones, de lo que pudo haber sido y no fue.

He leído que la mente es como un vaso de agua sucia, pero yo prefiero pensar que se parece más a una de esas bolas de Navidad que agitamos para que nieve en su interior. Cuando dejamos de remover el juguete, la nieve se posa lentamente hasta que el agua queda limpia y transparente.

Así ocurre en nuestro interior. Cuando dejamos de agitar los pensamientos y permitimos que sedimenten poco a poco, se hace la luz de repente. La mente transparenta y tomamos conciencia de cosas que antes no podíamos percibir, porque estamos inmersos en preocupaciones y detalles que nos perturban.

Y qué difícil es, la mayor parte del tiempo, impedir que los pensamientos vuelen, suban y bailen. Y qué complejo resulta comprender que, en realidad, hay un camino para la paz, para vislumbrar otro sentido de la vida, cuando todo se hace claridad a nuestro alrededor y sólo nos queda mirar la luz y respirar.

Isabel
"Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará".

Llevo días con esta frase de Beethoven rondando en mi mente. Con su fuerza, con su imperiosa necesidad, con ese tono contundente que bate el pensamiento. Me ronda, me posee, se apodera de mis sentidos, me dice que en el fondo, yo misma soy así.

No puede dominarme si no quiero; no quiero que lo haga, y si es necesario cambiarlo, será mi voluntad y mi deseo los que le muevan.

Porque la vida es acción y no quiero vivirla sentada. Porque no quiero ser espectadora de mi suerte, sino creadora. Porque creo en sueños y en realidades que se hallan más allá de la misma comprensión, pero que los llevo dentro, y eso me basta para luchar por ellos.

Hoy vi luz en la tormenta. A pesar de que adoro los cielos azules de verano, esos nimbos otoñales que rodeaban las montañas me han fascinado.

Su majestuosidad, el mismo gris oscuro tenebroso, orgulloso, que se cernía sobre la ciudad otorgándole un poder inusitado, en el que la luz del atardecer chocaba y se perdía, me pareció hermoso. Y lo comparé a la vida, a esos momentos en que permites que los acontecimientos te superen, en que dejas que te venza el negro de la noche, el ruido de la tormenta, en que te encoges en tu jaula de cristal a ver pasar lo que ni siquiera aprecias.

Siempre hay belleza hasta en lo malo, si la sabes observar. Siempre se puede cambiar el modo de mirar las nubes; leer en la Naturaleza, aprender de su intensidad, de su furia por alcanzar la perfección. No me dejo maltratar por el destino, prefiero domarlo a mi antojo, aunque vaya a estar equivocada.

Prefiero bailar en la tormenta y sentir que PUEDO.