Isabel

¿Qué separa a la locura de la realidad? ¿Qué diferencia al cuerdo del que dejó de serlo?

Vivo en un mundo en el que ya no hay distinción. La locura se pasea por mi lado como si tuviese su hogar en donde me muevo. La he visto de cerca, la he mirado en los ojos del prójimo y la he rehuído mil veces con ese temor que produce el peligro al contagio.

Sin embargo, hay momentos en que me pregunto si no estaré metida en la rueda de la irrealidad, si no hay delirios que me persiguen como fantasmas y me hacen ver donde no hay.

Esos despertares angustiados, esos pensamientos recurrentes, ese afán por buscar lo desaparecido, todo pura paranoia del que no acepta lo que vive. Si las paranoias se descontrolan y se hacen presa de la mente, puede que la realidad se deforme y ese espejo roto en el que a veces me miro llegue a ser el único que reconozca.

No deseo mirarme y no verme, ni mirar a los demás y no llegar a reconocerlos. Los senderos de la cordura no me son familiares porque ni siquiera el ambiente más cotidiano invita a delimitar lo que es real de lo que no lo es. Las noticias llegan de todo el mundo cargadas de sucesos que parecen imposibles, sólo fruto de esa locura colectiva en que nos movemos. La misma vida de cada uno, los miedos y la falta de aceptación... y vuelve el terror, esta vez ya no a no superar las pérdidas, sino a dejar de entender. Cuando esos "por qué" se repiten día tras día muy dentro, cuando los bloqueos llegan a ser limitantes hasta para relacionarte con los demás, cuando te refugias en un blog para decir aquello que no te atreves a ver dentro de ti misma, llega el momento de plantearse si las experiencias más duras te moldean o sólo te sumergen en el principio del delirio.
Isabel
Ana escribió una hermosa entrada sobre los equilibrios. Aunque ella y yo nos parecemos enormemente, y de hecho reconozco una parte de mi pasado en sus letras presentes, en estos momentos siento mis propios equilibrios muy alejados de los suyos.
No puedo decir que no soy feliz. Nadie conoce el secreto de la verdadera felicidad, pero sí sabemos cuándo esa sonrisa se asoma honesta a nuestro rostro, cuando esa sensación de oleadas de gusto invade nuestro interior. Sabemos mirar las pequeñas felicidades diarias con poco que las hayamos perdido... cuando reaparecen, las devoramos con avidez por diminutas y fugaces que sean.
No observo el mundo ahora como viviendo en sueños. Ni siquiera intento permanecer en una serenidad que sé que en mi interior no poseo. Cada vez que miro a mi alrededor y se me va la imaginación o el pensamiento vaga por ciertos derroteros, lo único que intento es agudizar la vista y mirar a lo que tengo a mi lado con todo el peso de la realidad. Un árbol, el mueble del comedor, la cortina del cuarto, mis hijos durmiendo, la comida que se cuece... ver los colores como son: rojo, azul, negro, sin más. Mi equilibrio se rige por la estricta realidad, y lo que aprovecho de ella, que es mucho y me supone paz y tranquilidad.
Lo único que deseo es llegar a asimilar en mi vida la frase que más me identifica:
"No conviene deleitarse en los sueños y olvidarse de vivir".
La vida es esto, quizá hay días en que la cruda realidad pesa, pero en otros es una realidad que tiene su belleza y no la quiero dejar escapar por ser capaz de fabricar sueños mil veces más hermosos que lo único que hacen es herirme al despertar.
Duermo por las noches; he vuelto a soñar, incluso. Y ahí es donde quiero que ellos se queden, en las horas nocturnas que acaban cuando sale el sol.
Isabel

El preludio del descanso... estas suaves mañanas llenas de luz, en que sonrío sin prisas, presiento la calma que ya llega, preparo la mente para el arte y tiendo mi mano a la paz del verano.

Imagino mi mar que ya me espera, amante tendiendo los brazos para mecerme en sus olas. Me estremece pensar en la frescura del agua, en los rayos que penetran en el mar y calientan la piel.

Imagino las tardes frente a los lienzos... mi caja de pinturas y los pinceles nuevos, aún sin estrenar, esperando el óleo de colores para crear quién sabe qué esta vez.

Imagino, sobre todo, el silencio, sólo roto por el canto de las golondrinas al levantarse la mañana. Cerrar los ojos y escuchar la explosión de vida que guardan los árboles, el agua, el aire. Escuchar el latido de mi corazón que vive... lentamente, segundo a segundo, gozando del tiempo que es mío, de mi propia imaginación.
Isabel
Te esperé infructuosamente. Esperé una palabra tuya que me convenciese de que lo que estaba sucediendo tenía sentido. A medida que ha pasado el tiempo he tenido que levantarme poco a poco, reconocer la casa vacía, nuestro mundo de dos roto, y me he sentido con necesidad de arreglar algo de lo que quedaba (siempre ese impulso de tener algo de orden a mi alrededor).

Entre las ruinas de lo nuestro, recogí pedazo a pedazo lo poco y bueno que dejaste. Tomé una caja apropiada y la llené de ti, de lo que puedo aún tocar con mis manos y disfrutar con los sentidos. Cuando todo hubo desaparecido bajo la tapa, la cerré sin una lágrima y la guardé ahora no recuerdo bien dónde.

En algún lugar de mi corazón oculté los recuerdos. En algún lugar de la casa, la caja con tus cosas. Navegas por los mismos mares que yo, pero en otra dirección que no sé a dónde te lleva. Por mi parte, silenciada toda posibilidad, sólo me resta construir otro mundo donde sólo se conservan las huellas de tu paso en mis heridas y en las cosas que guardé.

Isabel

La clase está revuelta. Es casi verano y se acaba el curso, el esfuerzo final (ese que nunca se deciden a hacer) les hastía y les pone nerviosos. Examen tras examen, hasta agotar su parca memoria, su todavía desconocido para ellos espíritu de lucha. Esas hormonas agitadas, el calor, las ganas de sol y playa... intentan estudiar mientras yo corrijo y miro por la ventana enrrejada; consigo abstraerme de la clase. Al otro lado de la ventana se ve la montaña, verde recortada en el azul del cielo veraniego y pienso que es una pena tenerles allí encerrados.

Una de mis chicas me habla, está aburrida, no sé qué le contesto porque mi mente vaga más allá... estoy intentando sentir y, es curioso, no siento nada.

Escucho sus voces, sus risas, a mi vez les hablo, pero dentro de mí escucho por primera vez en mucho tiempo el murmulo de la nada. El corazón que no se encoge, la mente que conserva una cierta relajación interrumpida por esas calificaciones que intento ordenar, mis músculos totalmente relajados, perdidos en la silla.

Para ellos el verano es preludio de pueblo, playa y diversión. Para mí, de cosas por explorar, de caminos que descubrir, de emociones que recuperar.

Andrea pensó que le sonreía, y sólo tropezó con mi mirada en el momento en que comprendí que nada me dolía.
Isabel
¿Qué ha sido de mí? ¿De aquella que era hace tan sólo unos meses?
¿Cómo se hace el tiempo tan relativo que lo que una fue durante años ahora permanece escondido y prácticamente olvidado?
Es la mente un cúmulo de sorpresas. Sabe perfectamente cuándo tiene que esconder todo aquello que le afecta, de manera que la vida siga transcurriendo sin que apenas te des cuenta de que hay cosas que terminaron y tú ya no eres la que eras.
Tampoco importa, sé que hay hechos que dan forma, que modelan y que cambian. Ni me cumplieron ni me dejaron como estaba, pero eso lo sabía desde siempre... nada es gratuito, nada es porque sí, no existen convivencias que te dejen indiferente ni que, al pasar, te conserven en un estado inmutable.
Todo tiene un precio, a veces tan alto... hasta el amor lo tiene y muchas veces no hay suficiente para pagar lo que vale. Reconocerme es lo que me hace falta, mirarme en el espejo de la vida y decirme a mí misma que no soy la misma, pero que quizá con el tiempo pueda verme un poco más bella que hoy.
Isabel
Llevo una temporada de cambios, y dentro de esos cambios está mi actitud ante ciertos pensamientos que antes sólo me incomodaban. Cuando estudiaba filosofía contaba con mis favoritos y también con los que me provocaban algún tipo de rechazo; con el tiempo, y sabiendo lo que es la filosofía y lo relativo del pensamiento humano, mis ideas se adaptaron a mi modo de sentir y así me he venido acercando a otras que me seducen y me atrapan.
Hoy leí otra frase de Nietzsche... es de esos hombres que no he podido soportar hasta que algo en sus palabras me ha hecho ver dentro de mí cosas que desconocía.

"Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad".

Me he sentido pozo profundo. No yo... mi alma. Y eso que Nietzsche no creía en el alma pero aún así, al leerle me siento plenamente identificada.
Procesos de la vida que deben digerirse hay muchos. Aquellos que se vuelven hondos son los que más cuestan de llevar a cabo, es largo el camino y desprovisto de luz. Sin embargo, lo que les da valor es justamente esa experiencia adquirida con el largo tiempo que se dedica a asimilarlos e intentar verlos en esa oscuridad profunda del abismo. Y cuando se ha conseguido, se explican muchas verdades y se vuelve uno más humilde ante el reconocimiento de esa misma profundidad donde todo se relativiza, se convierte en algo más suave y llega a hacerse propio.
Las almas convertidas en pozos son las que se llenan con las experiencias de toda una vida. Saber reconocer el valor de lo que guardan debe ser objetivo y filosofía.
Isabel

Hoy tengo el día de fiesta. En mi ciudad todo está tranquilo y da gusto pasear lentamente bajo la arboleda. Paseo y pienso... esos momentos en que me gustaría no saber pensar para no tener que volver sobre lo mismo. Reflexiono sobre la condición humana, sobre nuestra complicada psicología que nos hace caer en errores a veces muy graves.

Me detengo en el apartado de las ilusiones. Y es que todo a mi alrededor está igual de precioso que hace unos pocos años, cuando paseaba por los mismos lugares y meditaba sobre un futuro que parecía hermoso y prometedor.

Ilusiones que rondaban mi cabeza, posibilidades certeras que sólo faltaba concretar, y mientras tomaban forma en mi mente. Podía cerrar los ojos y ver, oir, tocar, sentir... y así construía castillos en el aire, como hacemos todos cuando la vida te da oportunidades únicas.

Mis castillos eran tan reales que tenían olor propio. Los elevaba con delicadeza, con detalle, con precisión arquitectónica y los alimentaba de esperanzas.

Ahora me doy cuenta de lo que le faltaba a mis castillos: el suelo firme, los cimientos sólidos, la pura y dura realidad. No se empieza construyendo por el tejado, las bases son lo importante, en ese feo hormigón color oscuro. Al final cayeron, como es de lógica, y me aplastaron debajo con todo el peso de esas mismas ilusiones rotas.

Hoy paseaba entre las ruinas y pensaba que necesito limpiar el terreno. El cielo está sereno y azul, el suelo se calienta lentamente con el sol de primavera, tengo todo el horizonte vacío de ilusiones pero al menos lo tengo ante mí. No construyo más en lo alto, ahora sólo miro hacia abajo para ver la textura de la tierra y comprobar que, el día que eche cimientos, serán lo suficientemente fuertes para sostenerme.
Isabel
"Aquellos que no están o no se sienten capacitados para vivir".

Vivir en todo el sentido de la palabra. Asumir éxitos y errores, sentimientos y luchas, aprender de los fracasos y mirar hacia adelante.
Existe quien no sabe o puede hacerlo... personas a las que quizá maltrató la vida y se creen con derecho a devolver la misma moneda, posiblemente casi sin intención, aunque eso no exime de culpa ni justifica esa incapacidad que se vuelve contra ellos y no sólo les impide vivir, sino relacionarse con normalidad. Para ellos sólo tengo compasión, porque sé por experiencia que encontrarles en el camino significa quedar tocada por esa desesperación que les envuelve.
También están los que, siempre momentáneamente, se ven en situación de no poder encarar la vida como viene, sumidos en un estado de bloqueo estático que rodea sus almas hasta el punto de obligarles a buscar una salida o simplemente dejarse ir.
La incapacidad vital inevitable es un mal que corroe y se expande; la incapacidad transitoria es un momento en el tiempo. Todos los sentimientos que invaden el ánimo y lo paralizan se pueden revertir y modificar, siempre existe una esperanza de desbloqueo. Engañarse a sí mismo es de necios y no desear volver a sentir la vida en las venas, sin trabas y sin oscuridades internas, es de enfermos.